Las manzanas podridas del PRI y GPI

A nadie convence la supuesta indignación de los desertores del PRI y GPI para migrar al PVEM, pues no pueden ocultar su ambición de poder, incluso a costa de su propia ridiculización.

De merolicos y falsos profetas está repleta la palestra política nacional, pero nada tan significativo como las manzanas podridas que deambulan de partido en partido o en la simulación de la defección política por “conciencia”, como lo implican en Hidalgo las rémoras de PRI y GPI.

Los nombres se suceden en las intenciones veladas de priistas que por temor y angustia contenida tratan de preservar el escaño plurinominal o el de verdad por elección popular, o bien, el gigante de una senaduría y la plataforma ciudadana de las presidencias municipales, que se han convertido, como nunca antes, en la rapiña de un partido que se desmorona, pero que aún presenta valor para las élites ocultas que juegan en más de una opción en Hidalgo: PRI, PAN y Morena.

La crudeza del encargo público para servirse del erario y poder de Estado se ha incrementado desde que Morena logró la alternancia política en el “bastión priista”, desde entonces las caras de la vieja guardia tricolor en Hidalgo se mostraron como buitres ante el moribundo (PRI) en el apego del escaño y el todavía viable registro del partido, y los que no pudieron quedarse con un hueso del esqueleto huyeron hacia Morena o formaron el Grupo Plural Independiente a la sombra de Omar Fayad, el cual provino de las rémoras del gobierno anterior y de la cadena de prebendas como la defección de Julio Valera, Alejandro Enciso y del alcalde por Pachuca, Sergio Baños, frente a la lealtad del compadrazgo y amistad con el exgobernador tricolor.

La indignación que causa a la ciudadanía la migración de las manzanas podridas del PRI y el GPI al Partido Verde Ecologista se basa en que los argumentos que esgrimen son inverosímiles para querer hacer pasar que su lealtad al PRI y su partida a la pantomima del Grupo Plural Independiente obedecen a la congruencia y conciencia política, y no más bien a un largo ciclo de prebendas, corrupción e impunidad que han hecho del encargo público el botín de la riqueza al servicio de los intereses privados.

¿Qué esconde la lealtad de la cúpula que se quedó en el PRI y la defección de los que formaron el GPI?: el nexo del erario público como riqueza patrimonial privada.

Esta élite de merolicos y falsos profetas de la política en Hidalgo no tiene una oferta política válida de reestructuración de la realidad social a partir de inteligencia institucional, probidad e integridad pública; por el contrario, pretenden, en todo caso, mantener el poder por largos periodos desde la reproducción de prácticas de corrupción e impunidad que permiten su expansión financiera, no sólo por medio de la malversación de fondos públicos, sino por el tráfico de influencias con el sector privado, lo que hace jugosa y perdurable la utilización del aparato público como instrumento de acumulación y progresión de riqueza ilícita.

La receta del PRI y el GPI es evidente: su pervivencia es la pervivencia de una élite que al amparo de la ignorancia social y la utilización del aparato público como instrumento de acumulación y progresión del peculado, pavimenta en la corrupción e impunidad la dominación y hegemonía partidista o de grupo político, pero sin duda es la preservación de partidos políticos de cúpula lo que les permite ser juez y parte en las estructuras públicas.

La constante migración e infiltración por “conciencia política” del PRI y el GPI en Hidalgo hacia Morena, o bien, a Movimiento Ciudadano, es el mejor diagnóstico de que las manzanas podridas se dirigen hacia la acumulación de riqueza y poder como práctica de cohesión y reproducción de una élite política que se sirve del erario del pueblo, de su ignorancia y despolitización.


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