Postrado en el sigilo y el marasmo político, el PAN presenta las dos caras de una frustración partidista que no alcanza para sustentar ni la credibilidad del pueblo, ni mucho menos su interlocución.
Hace semanas la presidenta Claudia Sheinbaum ordenó una investigación sobre la serie de fraudes, actos de corrupción y anomalías que han ocurrido históricamente en el Infonavit, que por décadas se convirtió en el enclave de los cárteles inmobiliarios y que al amparo de líderes corruptos del antiguo régimen creaban emporios económicos ligados también a los ayuntamientos; todo ello, bajo el esquema y potestad del uso de suelo, permitiendo la expansión de fraccionamientos con el uso del financiamiento público, lo mismo para infraestructura de servicios que al margen de la planeación urbana.
En esta atmósfera el negocio era redondo. Se hipotecaba la vida de los trabajadores por una vivienda de espacios infrahumanos, mientras que los cárteles inmobiliarios obtenían en el acto jugosos cheques sin mayores responsabilidades, como se registra en la ciudad de Pachuca, que es espejo fiel del abuso del uso de suelo municipal y de la corrupción inmobiliaria.
En las dos caras del PAN y sin autoridad moral, el líder blanquiazul, Jorge Romero, ha acusado al gobierno de Morena de intentar “robar los recursos que los trabajadores han ahorrado para la compra de vivienda”, declaración inverosímil frente a la historia de atropellos que han vivido los trabajadores desde la corrupción e irregularidades que hicieron los gobiernos del antiguo régimen que entregaron vivienda indigna de las manos de los cárteles inmobiliarios al pueblo de México.
En las secuelas de esta historieta panista, en Pachuca un contingente sin empuje de conducción social de Acción Nacional se plantó en las instalaciones del Infonavit para “acusar la corrupción que sufren los derechohabientes del sistema público inmobiliario”; sin embargo, la imagen sólo provocó las críticas sociales y de los corrillos políticos que acusaban a las huestes del blanquiazul de que “pretenden dar una cara de interlocución social” que el partido no tiene en Hidalgo y, mucho menos, a nivel nacional.
A buen resguardo y con ropita al estilo de la chamarra del exalcalde Sergio Baños, el contingente panista -que está muy lejos de haber vivido los estragos de la corrupción que causó la casta política del antiguo régimen a diferencia de las y los trabajadores de Hidalgo- tampoco logró el impacto de desconcierto y confusión que pretendió hacer de un zafarrancho público que no llegó ni a escaramuza de lienzo charro en el Infonavit Hidalgo, porque no se trató de un reclamo a título de propuesta de corrección política para que se investiguen las irregularidades de sus manejos y las estelas de la Estafa Siniestra, que también transita por las redes de corrupción de sus aliados del PRI, sino para intentar arengar ánimos extraviados.
El análisis crítico de la política nacional y el déficit histórico de vivienda que causaron los gobiernos del antiguo régimen devela que fue el botín de una mafia inmobiliaria que se enriqueció a costa del fruto y esfuerzo del trabajo de millones de mexicanos que, en un neoesclavismo inmobiliario, hipotecaron sus vidas y del cual ahora la presidenta Sheinbaum Pardo intenta resarcir el daño con la congelación de deuda, la apertura a créditos a jóvenes, la reestructuración de créditos a adultos mayores y, en la cereza del pastel, limpiar la corrupción pública del Infonavit y los contubernios de las redes amafiadas de los cárteles inmobiliarios con los ayuntamientos del país.
Las dos caras del PAN y el fraude al Infonavit son la radiografía de la flagrante defraudación a las y los trabajadores de México, del porvenir de una vivienda digna que constituyera el legado y amparo de sus familias, que, en Hidalgo, lo mismo sufren en sus casas inundaciones por permisos a inmobiliarias que sin escrúpulos construyeron en espacios inhabitables, de reserva ecológica y con el auspicio de ayuntamientos proclives a la rapiña pública.