Cuando Lady Di se casó, el 29 de julio de 1981, con el príncipe Carlos, el acontecimiento fue calificado como un cuento de hadas que, incluso, se conoció como la boda del siglo. Una década después, la relación se había transformado en una auténtica pesadilla, como nos lo muestra Spencer, un filme de Pablo Larraín que se exhibe en la Cineteca y en la cartelera comercial.
El guion de Steven Knight ubica la acción en la residencia real de Sandringham, Norfolk, donde se celebran las Navidades de la familia real, con la cual Diana (Kirsten Stewart) vive una tensa relación, en especial con su infiel marido, Carlos (Jack Farthing), tan inconsciente que es capaz de comprarles el mismo regalo a su esposa y a su amante.
La princesa es regañada por sus constantes retrasos; por su rebeldía ante los protocolos reales, como el del pesaje, que son seguidos religiosamente por el recién llegado mayor Alistair Gregory (Timothy Spall), y por los rumores de problemas mentales y anorexia.
Cinco años después de su espléndida Jackie, que retrataba a la ex primera dama estadounidense, el chileno Larraín nos presenta el retrato de otra solitaria famosa, que vivía rodeada de enemigos y trataba de sobreponerse a sus fantasmas, con la ayuda de leales sirvientes como Maggie (la magnífica Sally Hawkins) o el cocinero Darren (Sean Harris).
Las actuaciones de todos son de primer orden y mejores que en la serie The Crown o en las películas sobre la princesa de Gales que se van por el lado escandaloso.
Spencer, pues, es un conmovedor retrato sobre una solitaria mujer que, pese a ser admirada por todo el mundo, menos por la familia real, terminó convertida en una víctima inocente del sensacionalismo.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
