Después del estallido de la bomba atómica el 6 y 9 de agosto de 1945 en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, le preguntaron a Albert Einstein cómo sería la tercera guerra mundial, a lo que el científico judío-alemán contestó: “No sé cómo será la tercera guerra mundial, pero la cuarta guerra mundial será con palos y piedras”. La frase fue lapidaria y a título de advertencia sentenció el futuro de la humanidad.
Las guerras dentro del orden civilizatoria son tan antiguas como su construcción humana, pero algo queda claro: han sido desarrolladas por una ambición económica desmedida y con pocos elementos míticos y políticos, lo cual apunta a que lo que opera en el campo de las condiciones económicas suele ser el gran eje para su desarrollo.
Existe una explotación desmedida de recursos naturales por parte de los grandes consocios industriales, agrícolas y, desde luego, de los Estados ligados a la creciente demanda del 30% de la población mundial porque, conservadoramente, el 70% de la población en el planeta consume en condiciones de precariedad e inframundo. La mayor parte del consumo de recursos naturales del planeta lo hace menos de un tercio de su población, cuestión que ha depredado al planeta, el cual lo mismo se muere por contaminación, sobrecalentamiento, o por la brutal deforestación que está ligada a la actual escasez de agua.
El tema del agua ya ha perfilado la ambición creciente de grandes consorcios a nivel internacional, al grado que existen países que no son dueños de sus mantos acuíferos porque los han privatizado, creando que los apetitos del mercado estrangulen con la venta del vital líquido a sus ciudadanos, a pesar de que el agua debe ser un patrimonio de la humanidad, pero en nuestros días se comercia en una industria creciente que ha despojado a miles de pueblos de ella.
Esta pandemia, que no tiene trazos de ser controlada pese a las vacunas, apunta sin cronologías claras a extenderse y, por ende, a crear una dimensión de sobrevivencia que nos hará cambiar biológicamente y por lo tanto, en torno a nuestra evolución, muriendo los más débiles o en términos darwinianos bajo “la selección natural”, que marca que los organismos más aptos o que logran adaptarse al medio ambiente y sus cambios logran sobrevivir.
La última guerra se dará en medio de una ferocidad brutal en nuestra especie; se trazará para apropiarse de lo poco que quede y no habrá arca de Noé para salvar nada del planeta.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.