Los curiosos y los doctos me han preguntado muchas veces qué es la ciencia, en ocasiones me molesto, y en ocasiones respondo.
En la búsqueda perenne por la certidumbre sobre el medio y la realidad socialmente construida, los hombres creamos protocolos para casi todo, lo mismo para un teléfono celular que para cimentar explicaciones científicas desde lo que pomposamente denominamos “método científico”.
Sin embargo, en esta búsqueda de la certidumbre social, primero debemos trazar los caminos de lo que denominamos “métodos cuantitativos”, los cuales pretendían hacer mensurable todo para explicarlo, y los “métodos cualitativos”, que pretenden argumentar un por qué no cuantificable. Mucha, pero mucha de la estupidez ha primado poniéndole una camisa de fuerza al conocimiento por el conocimiento mismo, perdiéndose la ternura e ingenuidad del conocer.
La siguiente pregunta sobre lo inteligible es: ¿qué es objetivo y qué es subjetivo?, como si se tratara de una apuesta a la verdad, condición que, en nuestro tiempo, las redes sociales y su estructura superflua han echado por tierra para sustituir la “verdad verdadera”, como apela Chomsky, por lo que quiero, me gusta o lo empático para que sea verdad.
En ambos casos, primero con los que se casan con una ciencia sin conciencia y, en segundo término, los que edifican la verdad por el apetito veleidoso, el resultado es el mismo: se produce la tiranía del dogma y, lo que es peor, sus rémoras dogmáticas.
Hegel sufrió frente al parámetro del poder del ego enfrentado al ego social, pero rescató la dialéctica como producto de esa lucha perenne por imponer lo que a la postre termina por derrotarnos: la verdad.
No hay ramera más prostituida que la verdad en nuestra creación de la realidad; en los hechos el gigoló que la vende y explota se llama “contexto”, que no es otra cosa que el burdel de las aspiraciones, anhelos, envidias, egoísmos y frustraciones que de lo individual al imaginario colectivo congregan la náusea social que hizo vomitar a Sartre.
Así la ciencia, así el dogma, ¿cómo pretendemos aspirar a la verdad cuando nuestros apetitos la han parido y abortado antes de florecer en la vida?
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.