Putin tiene la sonrisa del diablo, al igual que Xi Jinping, ambos son amos del espionaje y la destrucción que prolongan sus mandatos y perfilan la consolidación de su hegemonía en el planeta.
Putin y Xi, herederos de las antiguas bestias rojas donde imperó el socialismo, hoy son el rostro de dos perros de caza que han hecho de la economía de mercado el centro de sus competencias y han empujado a Europa Central y a Estados Unidos a una batalla de la cual no podrán salir bien librados, porque tanto Rusia como China son gigantes que han salido de su letargo y lo que les espera es dominar al mundo.
En los hechos, a pelo de caballo, China puede desplazar en cualquier momento a la economía norteamericana, eso es evidente y se ha perfilado con una fuerza inusitada, al grado de que no es novedad la incursión de automóviles chinos en los mercados mundiales y que muchas de las economías latinoamericanas se encuentren creciendo al lado del gigante chino, como la chilena, con todos los peligros que esto encierra a nivel económico y político.
La sonrisa del diablo que encarnan estos líderes que se eternizan en el poder, sin que se adviertan formas tiránicas sino un aparente renacer de los liderazgos solidos basados en apoyos “democráticos”, pone a temblar al planeta porque a diferencia de presidentes tibios, ellos han tejido redes de espionaje y acuerdos bajo la mesa que amenazan la estabilidad de muchos países que se convierten en marionetas de un teatro político guiñol.
En estos momentos sólo conocemos pelos y señales de la madeja del espionaje de las grandes potencias a casi todo nivel, político, empresarial, tecnológico; el caso de la consultora Cambridge Analytica, que ha usado los datos de usuarios de Facebook, nos indica que no son sólo los gobiernos los que hacen espionaje, sino que la red es un gran mercado penetrado y penetrable para ganar dinero y control socio o político, o bien, ambos.
El mundo y el juego político han cambiado, los nacionalismos son tenues y han dejado su lugar, desde hace tiempo, a los intereses de grupo y personales; sólo los pendejos aún creen en el romanticismo del nacionalismo y no ven la sonrisa del diablo.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.