Las aspiraciones del gobernador de Nuevo León, Samuel García, por ser presidente de México rayan en lo insólito y van más allá de la sensatez política, sin que hasta ahora haya encontrado un freno para entender que las operaciones mediáticas no hacen campaña al margen de la realidad.
Su controvertida gestión, que lo mismo va del “último modelito” de su esposa hasta la crisis del agua en Monterrey, lo ha puesto en el huracán de las impugnaciones de una sociedad que no aspira a ganar un sueldito de 50 mil pesos y que no ve en la inversión privada la expansión importante para devolverle la dinámica y estabilidad económica al gigante del norte de la república.
En una especie de fantasía política, Samuel García se ha acercado a López Obrador tratando de abrir espacio para una candidatura alterna que pudiese ser amparada por la 4T, pero el grado el presidente, con su clásico estilo, le ha palmoteado la espalda al gobernador neoleonés, que no se percata que el dividir votos es un tema álgido para el partido hegemónico, Morena.
La candidez de Samuel sólo es comparable con el grado de avaricia que tienen las ilusiones de convertirse en una especie de magnate al estilo de Elon Musk, como si la inversión de Tesla nos pudiera llevar al primer mundo, cuestión que no sólo es una estupidez sino un planteamiento fuera de la realidad, de lo contrario, las inversiones de Coca-Cola en México desde hace más de un siglo lo habrían convertido en potencia.
Si Samuel García entendiera un mínimo de política y fuera ilustrado, sabría que atomizar una votación jamás beneficia a los partidos chicos, por lo que su candidatura es sólo parte del magazine de comparsa frente a Claudia Sheinbaum y a Xóchitl Gálvez, quienes sí habrán de disputar la elección de 2024.
Las palmadas en la espalda del presidente López Obrador a Samuel García sólo les quitan el polvo a sus camisas de lujo, pero no avalan su ascenso al poder.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
