En la pasada elección del 2 de junio Hidalgo vivió una verdadera guerra mediática en las redes sociales, que crearon un espacio de adhesión y repulsa política, trazando con ello una nueva dimensión que hoy atienden tanto los partidos de derecha como de izquierda y de aquellos que no cuentan con definición política clara, así como el ascenso de los grupos políticos “independientes”.
El matiz político de las redes sociales en Hidalgo trasciende y empodera a las fórmulas partidistas en diversas plataformas que lo mismo generan información veraz como información ficticia, por lo que las confusiones para los cibernautas se vuelven mayúsculas y se adhieren a los portales oficiales y no oficiales que han agudizado la crisis mediática que en la mayoría de los casos atiende a Fake News.
Empero, la creciente penetración política de las redes sociales en Hidalgo ha creado un péndulo que oscila en viceversa. En la administración de Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, fue notoria la expansión de la información pública que se administraba y organizaba en una pasarela plástica de rostros al estilo de revista internacional del jet set; por lo que la semiótica que imperaba manejaba códigos que alentaban no a la asimilación cognitiva de la información pública, sino a iconos de imagen social.
El escenario de penetración política de la esfera pública en las redes sociales se erige como una espada de dos filos: lo mismo corta en favor que en contra, encumbra héroes que crea villanos.
Lo superfluo de la información en las redes sociales ha trastocado a la esfera pública que se mantiene en consonancia con las expectativas de semiótica e imagen de iconos político; por lo que, inclusive, en las poses y posturas políticas de personeros públicos es nítido apreciar que la generalidad de la clase política se eleva a condiciones de Super Star, creando farándula y parodia política.
Capítulo aparte merece el manejo de la imagen pública de las y los políticos. Los filtros en las fotografías que rebajan años y arrugas, retoques personales y ambientales que evitan la incomodidad o precariedad visual, han creado una realidad paralela que no concuerda ni concita con lo que la ciudadanía espera de su encargo público para solucionar sus necesidades apremiantes, que no atienden ni a filtros de fotografía ni a maquillajes ambientales. Esta realidad constituye un despropósito de su acción gubernamental y una afrenta ciudadana.
En este escenario todavía recordamos en las redes sociales en Hidalgo apreciar al exgobernador Omar Fayad “cantando rolas” que trascendieron y crearon batallas mediáticas, lo mismo en pro que en contra de imágenes donde la presencia de gobierno se empalmaba en la escena social, creando un sincretismo superfluo que no ha parado en los escenarios de la casta política.
La parafernalia que ejemplifica abiertamente esta realidad la perfilan Samuel García y Mariana Rodríguez -lo que no nubla enteramente la mente de la ciudadanía, porque Mariana Rodríguez perdió la elección municipal el pasado 2 de junio-, en Nuevo León. Han puesto en boga con singular manejo de imágenes públicas su actuación como clase política que rompe las fronteras entre lo público y lo privado a nivel de redes sociales. Sin que, hasta ahora, ello sirva para estimular conciencia política, instrucción y cognición pública y mucho menos, conciencia social en la ciudadanía para construir un mejor país.
La clase política en Hidalgo no puede convertir a la gestión pública en una pasarela superflua de redes sociales, porque el contacto con la realidad de la ciudadanía no es ni pasarela ni parodia política en un estado donde las asimetrías y desigualdad social no las cubren ni el filtro de fotografía ni el retoque ambiental de la imagen pública.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.