“El López Obrador de entonces era menos oportunista, no era pragmático, ni invitaba a su partido a una bola de “chapulines” impresentables, como el cacique (Gerardo) Sosa Castelán”.
*Título y cita de Guadalupe Loaeza
“Sosa Castelán es un político que fue cacique de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Estoy muy triste por Miguel Ángel Granados Chapa, quien escribiera el prólogo de un libro (La Sosa Nostra, cuyo autor es Alfredo Rivera) en el que lo criticaba y Castelán lo demandó (…) se ha llevado gente de lo más podrido, de lo más sucio,. ¿Qué va a ser de esto?”.
Paoli Bolio / Extracto del texto de Guadalupe Loaeza
Ayer, Guadalupe Loaeza escribió una columna de opinión en la que los hidalguenses vimos reflejado el desánimo ante un candidato redentor que suma a su proyecto gente de lo más sucio y de lo más podrido.
¿Pero en verdad puede extrañarnos? Si una de las figuras más cercanas a Andrés Manuel López Obrador es Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado y, según los rumores y páginas “amarillas” como las de Rafael Loret de Mola, fue el autor intelectual de cientos de formas de represión en el país, calificado como uno de los políticos más sucios que se resintió por no ser elegido candidato a presidente de la República.
Por otro lado, une también a Cánek Vázquez Góngora, quien es o fue aprendiz de Manlio Fabio Beltrones, considerado alumno de Manuel Gutiérrez Barrios, quien sucedió en trabajos a Miguel Nazar Haro, ejerciendo el mandato violento y sanguinario que marcó los días de la guerra sucia en México.
A su vez, José Antonio Zorrilla Pérez fue partícipe de los trabajos de Gutiérrez Barrios, Nazar Haro y Bartlett Díaz, al grado de ser acusado de la autoría intelectual del homicidio del periodista Manuel Buendía, pero también señalado por ser el mesías y protector de Gerardo Sosa Castelán, protagonista del libro “La Sosa Nostra”, que contó con el prólogo del renombrado periodista Miguel Ángel Granados Chapa, donde alzaba la voz de indignación por la impunidad y actos delictivos cometidos por la sociedad de alumnos que protegía y encabezaba Sosa Castelán.
Algunos han hablado de magnicidio para detener al candidato presidencial de Morena, pero es una teoría ridícula porque los personajes más sucios de la historia reciente en México están apoyando a Andrés Manuel López Obrador en su faceta más oportunista y corrupta.
Hoy duele mirar un país hundido en la división y las mentiras cobardes de un grupo político cuyo sello es la venganza y actos sanguinarios; duele ver a un país engañado por unos oportunistas que sólo buscan beneficios personales.
Duele ver en Hidalgo un despliegue de vándalos agitando la bandera de la honestidad; duele ver cómo López Obrador hace caso omiso a la petición “Fuera Sosa” por pura ambición personal; duele escuchar su petición de silencio porque aún sin ser presidente de la República da muestras indiscutibles de haber aprendido bien a reprimir voces.
Con AMLO van los ejecutores de la matanza del 68, del halconazo, de los millones de desaparecidos y torturados en el país, para los que un caso Ayotzinapa es cosa de niños.
Con López Obrador van los que abrieron el paso al narcotráfico y los acusados de relacionarse con narcotraficantes como Amado Carrillo Fuentes.
El apoyo de Andrés Manuel López Obrador radica en aquellos que hasta del PRI fueron desterrados, por eso las plazas abarrotadas en sus cierres de campaña, porque con él van los viejos dinosaurios priistas que hacen gala de su grupo de choque encarnado en Gerardo Sosa Castelán.
La amenaza de sacar al tigre parece una metáfora que retoma el apodo y sus formas violentas de causar caos y presión de Nazar Haro, el maestro de Gerardo Sosa Castelán, según algunas crónicas de la época; ese es Andrés Manuel López Obrador: el represor protegido de los más sucios priistas.