La amargura me invade ante la desolación de la madre selva, su savia se consume en el fuego mostrándonos que la vida no es infinita; los árboles milenarios se asfixian, las flores perecen y su infinita composición majestuosa sucumbe, mientras animales de diferentes especies, aves e insectos luchan por sus vidas sin que nada nos conmueva.
Nuestra estupidez es inaudita, nuestros apetitos son miserables y nuestra naturaleza parece estar condenada por la maldad y la avaricia infinita, predispuesta a degradarlo todo, incluida nuestra especie, que desde hace décadas se ha vuelto moneda de cambio, lo mismo por el cuchillo del secuestrador que por la tiranía del político, o bien, la explotación del empresario.
Tarde y con la huella de la miseria del poder, Jair Bolsonaro envía al ejército brasileño a intentar apagar el fuego que consume a la madre selva; se esconde y exculpa de su responsabilidad, no denota ni tristeza ni preocupación, es un politiquero raquítico fascista, no está comprometido con su pueblo y mucho menos con la humanidad, para él, la Amazonia le es ajena, para él su pueblo le es ajeno.
En la Cumbre G7, tanto Bolsonaro como Trump desestiman que el cambio climático exista y con ello desestiman a la humanidad. En el G7 Bolsonaro vende al Brasil a los intereses de las grandes potencias, está dispuesto a sacrificar a sus compatriotas y a la tierra donde nació y que debería haberlo abortado; por lo menos, sus paisanos deberían practicarle un legrado político y mandarlo a la cárcel ante tanta estupidez y nulo compromiso, cuestión que lo vuelve un delincuente político, un criminal político.
Los seres humanos nos equivocamos y hemos equivocado el camino, nos hemos vuelto depredadores del mercado y tras la quimera del consumo somos capaces de sacrificar la vida de las especies y con ella la nuestra.
¿Cuántas veces le escupiremos a la Madre Tierra nuestra indolencia y la cercenaremos sin cesar?
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
