La confianza parlamentaria no es una patente de corso en la estructura de la clase política del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y la disciplina política no debe acompañar a la pericia del poder en la Realpolitik en las fuerzas de izquierda del humanismo mexicano.
Para quienes no han analizado el término de “humanismo mexicano” que ha desplegado el modelo político de izquierda en México, es necesario situar sus alcances desde los vectores de disciplina y pericia política para, desde el paradigma de ¡primero el pueblo!, comprender la orientación de cualquier decisión gubernamental.
En este plano, el panóptico político en el que se desenvuelve la izquierda del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y su estructura de fuerzas orgánicas no permite dejar nada al azar y los pasos extraviados son corregidos en el acto y de manera expresa para no desvirtuar la fuerza política de la 4T.
La osadía política se corrige con firmeza y los devaneos políticos no son admisibles.
El desencuentro político que protagonizó el senador Cuauhtémoc Ochoa en una censura abierta a la actuación de las medidas públicas del secretario de Gobierno de Hidalgo, Guillermo Olivares, fue un punto de quiebre político hacia la cohesión de poder que debe primar en Morena y propició un quebranto sobre la confianza pública que no pasó desapercibido ni en la palestra política, ni en la ciudadanía.
En esta atmósfera, el escrutinio de la izquierda en el gobierno de la presidenta Sheinbaum Pardo admite el disenso como conducta sensata del ejercicio público en sus cuadros dirigentes, pero jamás la indisciplina política.
No puede existir confianza heterogénea en el poder político parlamentario, por lo que el relevo a título de reprimenda política no se ha hecho esperar para el senador Cuauhtémoc Ochoa que, desde la directriz del brazo fuerte de Adán Augusto, coordinador morenista, promovió el cese del hidalguense de la Comisión de Hacienda del Senado para pasar la estafeta a Miguel Ángel Yunes Márquez como flamante presidente de esta comisión parlamentaria.
El duro golpe asestado al senador Ochoa de Hidalgo es un enroque forzado del ajedrez político de Morena y es un mensaje abierto que conmina la indisciplina política para que la unidad de fuerza prime en la estructura de sus cuadros dirigentes que deben consolidar la orientación del modelo político del humanismo mexicano y salvaguardar la marcha del gobierno de Claudia Sheinbaum.
La encrucijada en la que se encuentra el senador Cuauhtémoc Ochoa en Morena le marca rendimientos políticos decrecientes a su trayectoria y es evidencia nítida de que no existen ciclos políticos inalterables en la radiografía profesional de un servidor público que no puede caer en la indisciplina política, porque no es admisible, como tampoco lo es la impericia pública.
Analíticamente, lo ocurrido es más que una llamada de atención a las fuerzas morenistas de la palestra pública. Significativamente es un emplazamiento directo y expreso a desterrar las arenas políticas y las luchas intestinas de grupo, donde no pueden primar intereses personales o de grupúsculos que intentan alterar la cohesión política que la izquierda de Sheinbaum Pardo ha instaurado como axioma de unidad gubernamental.
El revés político sufrido por el senador Cuauhtémoc Ochoa es sólo la punta del iceberg de lo que en la política docta se conoce como “Epifenoménica de la democracia”, donde damos por sentado que la democracia funciona gracias a una toma de decisiones racional, por lo que no admite accidentes y, mucho menos, indisciplina e impericia política.
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