La guerra global: el Plan México y el Plan Hidalgo

El Plan México y el Plan Hidalgo son una respuesta de instrumentación financiera en apoyo del mercado interno y habrán de generar un efecto dominó en la economía nacional y local, donde el capital social se encuentra predispuesto a la cooperación y colaboración para integrar circuitos económicos y cadenas productivas y de valor.

La guerra global de los aranceles, desatada por el gobierno de Donald Trump, ha dado paso al diseño y prospectiva del Plan México y el Plan Hidalgo, donde la pregunta de fondo estriba en ¿cómo estos planes responden a la beligerancia económica iniciada desde Washington?

 

El diseño del Plan México y del Plan Hidalgo se centra en una ingeniería económica de fortalecimiento del mercado interno. En ambos casos, las fortalezas y potencialidades de la cadena de valor interna se estimulan desde una perspectiva que permita nivelar los desequilibrios impuestos de manera exógena a la economía nacional desde la guerra global de los aranceles que ha desatado el gobierno de Washington.

 

Desde hace años, frente a los desequilibrios económicos, crisis cíclicas y beligerancia económica que vivía la conformación de los ecosistemas del capital financiero global, la ONU instó a los países de economías emergentes y menos desarrollados a fortalecer su capital social, concepto de Robert Putnam que hace referencia a la red de confianza de grupos sociales que vincula a los sujetos de acuerdo a objetivos comunes, lo que implica una perspectiva de horizontalidad social.

 

Organismos como el Banco Mundial pusieron énfasis en el concepto de capital social porque notaron que a tiempos de crisis y disminución de intercambios financieros y mercantiles entre los países; las redes sociales tendían a fortalecer su colaboración y cooperación incentivando reacciones positivas del mercado interno. No se trata de una vía autárquica o autónoma como la del “New Deal” de Keynes, sino una perspectiva de fuerza social en perspectiva de intereses comunes como lo implican las cadenas productivas y las vocaciones regionales y comunitarias.

 

En este sentido, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha puesto énfasis en su estrategia económica de seguir diversificando la producción e inserción en nuevos mercados a nivel internacional, pero, en definitiva, fortalecer el mercado interno para que el consumo local y de lo local congregue nuevas relaciones de apertura y lógicas de cooperación y colaboración económica.

 

La crítica que pudiera tener el Plan México y el Plan Hidalgo sobre su epicentro de empoderamiento endogámico es ampliamente superada por la estructura de apoyo financiero gubernamental que, desde la entrada de Marcelo Ebrard en la Secretaría de Economía, comenzó un esquema ampliado de reingeniería económica para garantizar un desarrollo más uniforme y simultáneo en el país.

 

En emisiones pasadas hemos seguido de cerca en el análisis de la Unidad de Planeación y Prospectiva, que encabeza Miguel Tello, que ha emprendido el fortalecimiento de las vocaciones regionales y la armonización de segmentos para el desarrollo económico en Hidalgo. En este trazo, el mercado interno se erige como el epicentro de comunión de redes sociales y eleva las potencialidades del capital social, lo cual debe ser percibido no sólo como un esquema que estimula la horizontalidad de las relaciones económicas sino también como la presencia de las relaciones verticales de poder gubernamental que se encuentran articulando esas potencialidades regionales.

 

Es en este trazo donde no se deben pasar por alto los esfuerzos de la Secretaría de Desarrollo Económico, que dirige Carlos Henkel, que se ha unido a los esfuerzos de gestión financiera del gobernador Julio Menchaca, que, paulatinamente, ha creado mecanismos de vinculación al interior del país para potenciar el desarrollo económico de comunidades y regiones en Hidalgo que históricamente transitaron por el olvido gubernamental.

 

El Plan México y el Plan Hidalgo son una respuesta de instrumentación financiera en apoyo del mercado interno y habrán de generar un efecto dominó en la economía nacional y local, donde el capital social se encuentra predispuesto a la cooperación y colaboración para integrar circuitos económicos y cadenas productivas y de valor.


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