La esperanza muere al último

Hay quien pudiera creer que a la llegada del nuevo gobierno, todo lo malo que ocurre en nuestro país va a cambiar; seguramente así lo quisiéramos la mayoría de los ciudadanos, sin embargo la llevada y traída Cuarta Transformación no va a alcanzar para ver el nacimiento de un nuevo México.

Y es que las cosas de las que hoy somos testigos, tanto del gobierno que viene como del que se va, no nos causa las mejores expectativas para los próximos años. No son pocos los que piensan que va a ser más de lo mismo. Vemos sólo algunos porqués.

Estar de acuerdo, por ejemplo, en que al exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, que se robó mil 600 millones de pesos, se le castigue con una pena de nueve años y una sanción de 59 mil pesos, nos parece una verdadera ofensa a sus paisanos en lo particular y a los mexicanos en lo general.

Sobre ese mismo tema, saber que hoy su esposa, Karime Macías, sigue muy quitada de la pena viviendo en Europa cuando las investigaciones la señalan como la principal responsable del atraco que durante casi seis años sus autoridades –encabezadas por ella y su marido al frente de un verdadero gabinete de hampones- le propinó al noble pueblo jarocho es algo que muy pocos pueden comprender y los menos, entender.

Hay quien cree que la apresurada y muy suave sentencia al exgobernador es consecuencia de que el gobierno que se va pretende dejar resueltos todos los asuntos que pudieran brincar para quienes ya no lo serán a partir del primero de diciembre, y que en este caso tal vez sí sea cierto que Duarte amenazó que, si el gobierno actual no le ayudaba, diría todo lo que sabe y entonces ardería Troya.

Cómo creer que en el caso de Odebrecht hasta la fecha no haya avances de lo que, se asegura, es uno de los más claros ejemplos de corrupción al más alto nivel, tal vez sólo comparado con otro lastre que han llamado la Estafa Maestra. No es nada difícil creer que en ambos asuntos el manto del gobierno federal protege a los involucrados, porque si comienza a meterlos a la cárcel no habrá quien cierre la puerta.

Tal vez estos tres casos son de las más importantes razones por las que el gobierno que se va termine con los más bajos índices de aceptación que autoridad alguna haya tenido en el ejercicio de sus funciones en el México moderno. Porque si a estos tres temas que tiene n que ver con la corrupción le agregamos el de la inseguridad, ya estamos completos para entender el lugar que hoy ocupa el presidente de la República en el ánimo de la mayoría de los mexicanos.

Por supuesto que el problema no es del PRI, el malestar es contra todos los partidos y contra todos los políticos, tal vez excepción hecha con el de Morena por ser de reciente creación y porque el dueño de sus siglas es el próximo presidente de los mexicanos, que arrasó a sus contrincantes en la contienda del pasado primero de julio, fundamentando gran parte de su éxito justamente en denunciar en pueblos y ciudades los asuntos arriba referidos y que le valieron una y cientos de veces el aplauso (después el voto) del respetable al ofrecer que con él las cosas van a cambiar.

Pero si lo que ocurrió en los últimos años nos preocupa, no es menor la incertidumbre con decisiones como el trato que AMLO le ha dado a personajes como Rosario Robles, René Bejarano, Napoleón Gómez Urrutia, Elba Esther Gordillo y Manuel Bartlett, entre otros, pues las dudas de que las cosas con él al frente cambien, sin duda aumentan.

Pero ese malestar ciudadano no es sólo contra el gobierno federal, por estos rumbos percibimos un enfado por acciones u omisiones, como dejar crecer el robo de combustible de los ductos de Pemex, sobre todo en la zona que se ha convertido en el triángulo rojo: Tula, Tepetitlán y Tezontepec.

¿Cuántos muertos van en los últimos meses?, tal vez 40 y no se ven acciones que nos permitan decir que hoy la autoridad ya está actuando con eficiencia y en consecuencia dando buenos resultados. En cada semana sabemos de nuevos ductos perforados, incendios aquí y allá con vehículos incluidos, homicidios entre ellos o contra gente inocente y más etcéteras.

Lo menos que podemos sentir es coraje e impotencia cuando conocidos de esa zona nos platican una y otra vez de la complicidad de la policía cuando se le ve ir por su cuota a cambio de dejar trabajar libremente a los huachicoleros. Parece que no hay autoridad que sea capaz de poner en orden a tantos corruptos, aunque, claro, habrá que reconocer que hay sus muy contadas excepciones.

Por otro lado, el tema de los supuestos robachicos ha cobrado nuevas víctimas en Metepec. Una persona –efectivo policial de la Procuraduría de Justicia, por cierto- muerta a golpes y quemada y tres más heridas de gravedad. Surgen varias interrogantes: a los cuatro los detuvo y a la vez los protegió la policía municipal y la turba de vecinos se los robó de las galeras municipales para hacer justicia de propia mano.

Cuesta creer que con los antecedentes ya vividos en Tula y en Chilcuautla no haya autoridad alguna que actuara a tiempo para evitar el linchamiento. Metepec, apenas a 20 kilómetros de Tulancingo, justo en donde se inauguraron las remozadas instalaciones del subcentro regional de la Secretaría de Seguridad Pública dentro del programa “Hidalgo Seguro”; como dicen en mi pueblo: “¿es burla o qué?”.

Falta de capacidad o falta de interés o falta de estrategia, o las tres cosas a la vez de parte de  los responsables para evitar este tipo de hechos que nuevamente ponen a Hidalgo en las páginas de la nota roja a nivel nacional y seguramente hasta internacional. Nos negamos a aceptar este tipo de hechos como algo normal en una sociedad como la nuestra.

Ahora del caso Santa Ana Ahuehuepan, al mes de ocurridos los hechos y muy a pesar de la presencia el mismo día por la noche en Tula del secretario de Gobierno, del secretario de Seguridad Pública y del procurador de Justicia del estado, y de su compromiso de dar con los responsables y aplicar la ley, ¡no hay un solo detenido del doble homicidio!

El hecho ocurrió a la luz del día, en él intervinieron decenas de personas, justamente en una comunidad, la más importante del norte de Tula, en donde el huachicoleo ha sentado sus reales y no hay autoridad alguna que sea capaz de poner orden. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

A final de cuentas son estas actitudes de las autoridades las que hoy tienen en el peor de los conceptos a los políticos. La gente ya nada quiere saber de sus gobernantes. En dos meses tendremos nuevas autoridades federales, la pregunta obligada es: ¿podrán cambiar las cosas, tal como lo han venido ofreciendo? Tenemos nuestras dudas, pero ciertamente la esperanza muere al último, porque los mexicanos, los hidalguenses, no quisiéramos seguir igual o… peor.

Por hoy es todo, nos leemos en la próxima entrega, pero…Entre nos.

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Por: José Guadalupe Rodríguez Cruz

*Egresado de la UNAM como licenciado en Derecho y Diplomado por el Instituto de Administración Pública de Querétaro y por la Universidad Iberoamericana en Políticas Públicas. *Regidor Municipal en Tula, Secretario Municipal de Tula, Diputado local en la LVII y LIX Legislaturas en el estado de Hidalgo y Presidente Municipal Constitucional de Tula 2000-2003. *Autor del libro “Desde el Congreso Hidalguense” y coautor del libro “Tula... su Historia” *Director y fundador del periódico bisemanario “Nueva Imagen de Hidalgo”, que desde 1988 se pública en Tula, Hgo.






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ENTRE NOS... - José Guadalupe Rodríguez Cruz

*Egresado de la UNAM como licenciado en Derecho y Diplomado por el Instituto de Administración Pública de Querétaro y por la Universidad Iberoamericana en Políticas Públicas. *Regidor Municipal en Tula, Secretario Municipal de Tula, Diputado local en la LVII y LIX Legislaturas en el estado de Hidalgo y Presidente Municipal Constitucional de Tula 2000-2003. *Autor del libro “Desde el Congreso Hidalguense” y coautor del libro “Tula... su Historia” *Director y fundador del periódico bisemanario “Nueva Imagen de Hidalgo”, que desde 1988 se pública en Tula, Hgo.