La reciente elección del presidente del Consejo Estudiantil de la UAEH pone sobre la mesa la vieja sospecha de que la estrategia política dentro de la máxima casa de estudios sigue funcionando de la misma forma desde hace años. Y que es allí, en las entrañas de la universidad, es donde se forman y diseñan a quienes serán los futuros líderes de la institución y los contactos cercanos al poder político en el estado.
De las filas de los Consejos de estudiantes han salido personajes que hoy forman parte de la escena política hidalguense, como Jorge Mayorga y Fernando Enciso, quienes fungieron como presidentes de dicho órgano y que hoy tienen una responsabilidad -por no decir deuda- política para con la institución en la que se formaron y de las alianzas con partidos políticos que representan beneficios para el Grupo Universidad.
Pero más allá de las funciones que los presidentes del Consejo adoptan una vez salidos del contexto institucional (que se sienten más como una estrategia política que una consecuencia natural de la participación estudiantil en asuntos políticos locales), lo que resulta interesante es la forma en la que sucede el proceso de elección del presidente y las dudas que saltan al plantearnos la transparencia de la elección.
Si pensamos en una comunidad estudiantil que excede los 40 mil estudiantes, ¿por qué sólo el voto de 521 “delegados” (representantes de las diversas escuelas e institutos de la universidad) determinó el camino del consejo estudiantil para los próximos seis años de actividades? La duda está planteada, pero entre todo el ruido del proceso y la inconformidad de un gran número de estudiantes que no pudieron votar de manera libre, queda algo muy claro al respecto de la formación de líderes universitarios que más tarde se convertirán (como lo ha atestiguado la historia) en actores materiales de una mente maestra: la forma de hacer las cosas se aprende desde la casa.