—Aristóteles era muy inteligente pero veía las cosas parcial-mente —me dijo Nietzsche una vez que, extrañamente, estaba bebiendo mucho licor.
—¿Por ejemplo?
—Decía que para vivir en soledad hay que ser animal o dios.
—Y cuál es el problema con dicha disyunción.
—No hay disyunción.
—¿Conjunción?
Asiente mirándome con ojos rojos, se termina su copa y remata:
—Porque hay que ser lo uno y lo otro: filósofo.
—Tienes razón —le digo luego de una pausa en que se queda mirando a la nada.
—Tengo sensibilidad —aclara.
18.1 ¿Qué significa la palabra ‘dolor’?
Ello depende del juego en cuestión, me recuerda Wittgenstein una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… “Me duele la muela”, “Me duele el alma”, “Me duele el corazón (físico)”, “Me duele el corazón (metafísico)”, “Me duele la cabeza”, “Me duele el cerebro”, “Me duele el oído”, “Me duelen los oídos”, “Me duele el estómago”, “Me duelen los ojos (físicos y metafísicos)”, “Me duele tu ausencia”, “Me duele tu presencia”, “Me duele tu dolor”, “Me duele tu caso”, “Me duele el tiempo”, “Me duele la muerte”, “Me duele tu muerte”, “Me duele la vida”, “Me duele tu vida”, “Me duele tu vida”, “Me duele tu vida”…
¡Hermano!
Mi única noche en Leiden fue de muchas pesadillas, desde terribles recuentos simbólicos sobre infinidad de objetos marinos en crecientes-decrecientes tamaños hasta la sombra de una mujer que quería matarme acechándome de forma traicionera. Tu ex esposa, hermano. El delirio del sueño fue transformándose, progresivamente, en claridades del ahora, del presente, como mi tristeza ante la mente obtusa de quien, bajo mentiras infinitas, me impide ver a mis hijos. Su envidia la come por dentro, hermano. Luego me veía rodeado de sus interesados cómplices. El club de los mediocres, hermano. La verdad del ser concluyó despertándome con un grito bañado en sudor.
Siempre que sueño con los demonios me preocupa hondamente la falsedad que rodea a mis hermosos hijos y, peor aún, que la mentira sobre mi persona sea un paradigma en el desarrollo de sus vidas.
—Perdona si te estoy aburriendo —le digo a Juliana.
—No digas eso.
—¿Estás segura?
Ella asiente cuando platicamos al día siguiente, mira el horizonte que desemboca con el último canal y, luego de uno de sus filosóficos silencios, me cuenta la historia de su padre, quien murió en Alemania antes de que ella naciera. Entonces nuestras perspectivas terminaron de fundirse en un profundo diálogo sobre la pérdida, las pérdidas irreparables de la existencia y la muerte como la última posibilidad del ser. Ah, había olvidado decirles:
Juliana es heideggeriana.
—Creo que tu ex esposa —me dice— quiere construir-te un ser para tus hijos que, evidentemente, sólo le conviene a ella. Ni siquiera a sus propios hijos ya que dicha mezquindad, sin contrapesos ni equilibrios, repercutirá en sus correspondientes auto-interpretaciones como individuos.
—Sé que ellos en algún momento podrán trascender todo el acondicionamiento, hipocresía y adoctrinamiento que están recibiendo. Eso espero.
Y me quedo pensando en ellos.
—¿Por qué te odia tanto? —me pregunta Juliana luego de una pausa en que me quedo mirando a la nada.
—Primero creía que era por haber despertado del mal sueño que era vivir a su lado, no obstante, ahora estoy seguro de que es por lo que soy.
Filósofo.
18.2 Las preguntas del pasado volvieron a buscarme en Ámsterdam y, después de la trágica sobredosis de heroína, anhelaba estar solo y me fui a Gaasperpark sin decirle a nadie. La verdad interior. Llegué en metro, me interné al parque y desaparecí entre una mágica arboleda. La comprensión de tu propio ser. Caminé descalzo hasta el lago, me senté en la orilla sobre las hojas rojas que lentamente se esparcían sobre el fondo azul del agua reflejando las nubes consumadas y, como siempre, me puse a reflexionar sobre aquello que llamamos ‘realidad’.
Un análisis ontológico:
¿Por qué el todo es más que la suma de las partes? ¿Por qué es posible que dos objetos sean distintos y, sin embargo, tengan las mismas partes? Por ejemplo, si desarmamos un dispositivo. ¿La realidad tiene esencialmente una forma? Se nos presenta amorfa cuando no ha sido analizada y, por así decirlo, hay que ponerla en orden. Y, por el contrario, se nos presenta con forma a través del lenguaje sobre una realidad evidentemente analizada. En el primer caso la conciencia intencional opera con efectividad al respecto mientras que en el segundo se puede prescindir de la intencionalidad para interactuar con ésta.
—La realidad es amorfa —me dice Juliana cuando regreso— cuando “está presente” en la conciencia. Y, de hecho, eso es lo que la hace amorfa.
—¿Por qué?
—Porque podría ser de otra forma.
Aunque, reconoció después, la intencionalidad ya estaría operando en la conciencia sobre la arbitrariedad de las formas. Pero regresemos al planteamiento original:
—¿Por qué el todo es más que la suma de las partes?
—Porque hay un elemento que le da sentido a las partes: la estructura.
—Además de que las partes se definen mutuamente ensamblándose en el sentido de su propia naturaleza como parte de un todo.
—Pero no una naturaleza esencial sino funcional.
—Pero si la estructura es una de las partes, ¿ésta es de origen externo a las partes o ya está de antemano en las cosas para poderlas unir con sentido?
—Es una de las partes pero no de la misma categoría que las partes que lo forman.
—Porque los nombres de las partes tienen referencia en el mundo mientras que la estructura no puede representarse.
—Sino sólo mostrarse.
Nos quedamos mirando a los ojos y, tras una pausa indecible en el lenguaje de hechos, unimos el océano atlántico con nuestros labios.
Continúa 19
Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".