Las holandesas.
—¿Qué hay con ellas? —me pregunta Spinoza.
No hay palabras que describan su filosófico ser de libertad.
11.1 Ruigoord Kerk, 29 de julio.
—¿Esto es una iglesia? —pregunto sorprendido.
—Laten we dansen! —ella dice tomando mi mano y, por supuesto, no puedo negarme.
El festival de Lundjuweel se realiza en los alrededores de la iglesia de Ruigoord, una comunidad ultra liberal de innumerables colores artísticos, ideológicamente abiertos y multiculturales. Un laberinto de sensaciones intensas entre puestos de comida, bebidas y productos artesanales. En un primer recorrido me encontré con varias presentaciones escénicas, tanto histriónicas como musicales. En el espacio principal estaban dispuestos tres escenarios, donde siempre estaba sucediendo algo, e.g., al terminar la presentación en uno de inmediato comenzaba en otro y así sucesivamente; desde música de autor hasta blues, desde tradicional hasta jazz y desde electrónica hasta impresionantes fusiones conceptuales.
—Hallo!
Finalmente la re-encontré, le conté brevemente mi odisea desde Bitenhuizen y, tras explicarme la historia esencial del evento, me sacó a bailar.
11.2 —¿Por qué quieres dejar la filosofía? —le pregunto a Spinoza, quien se mantiene triste, cabizbajo y sosteniendo una libreta en sus manos.
—No puedo seguir eterna-mente sin comunidad.
—Pero eso es precisamente lo que te hace ser filósofo.
Me mira entrecerrando los ojos.
—Bueno —aclaro—, eso decía Wittgenstein. Pero con ello coincido totalmente.
—En ese sentido, prefiero el silencio para poder estar otra vez con mi familia.
—¡Pero ya no serías tú!
—Puedo vivir en silencio.
—Si dejas de ser filósofo matarías tu espíritu, ¿puedes vivir con el espíritu muerto?
—¿Tú nunca has pensado en el suicidio?
—Ese es otro tema.
—¿Sí o no?
—Fue hace mucho tiempo.
—Entonces lo has pensado.
—Todos alguna vez lo hemos pensado.
—¿Todos? ¿Y tu crítica a los universales?
—Con ‘todos’ no me estaba refiriendo a una cuantificación lógica sino… ¡Pero ese es también otro tema!
—¿Cuál es entonces?
—¡No debes dejar la filosofía!
—¿Por qué no?
—Porque… —cavilo mientras no encuentro las palabras para describir el sentido de mi vida filosófica y…
—¡Sólo dame una razón!
—¿Estás enamorado? —le pregunto de madrazo.
Spinoza queda desconcertado, me mira en silencio por unos momentos hasta que, luego de reconocer que repasaba algunas imágenes de juventud evocadas por su mente, me dice aún asombrado:
—¿Por qué me preguntas eso?
—Porque para mí esa es la razón más importante para seguir filosofando.
11.3 El festival me envuelve, me sensibiliza y, sin darme cuenta, yo respondo todo el tiempo con sonrisas. La libertad plena, la tolerancia abierta y, consecuente-mente, la empatía. Me acuesto en el pasto para observar al grupo en turno sobre el escenario frente a la iglesia y, como siempre, la reflexión filosófica se presenta a su manera.
La comprensión del ser.
Una abeja me interrumpe revoloteando a mi alrededor y, en un santiamén, aparece entre mi ojo y el lente derecho de mis anteojos. En el pasado hubiese entrado en pánico, empero, en este instante me siento en calma y, spinoza-mente, la abeja percibe mi templanza alejándose de manera fluida entre el ser y la nada.
—Una parte de Dios te puso a prueba —me dijo posteriormente Spinoza en el Coffeeshop Super Skunk— sobre la autenticidad de tu presencia en tierras neerlandesas.
Una chica con mirada azul y delgadas rastas me invita a un show circense a las quince horas y, aunque no le entendí bien, lo deduzco cuando veo los horarios de las presentaciones en una pizarra cercana. Faltan unos quince minutos, ya me dio hambre y, a un lado de los caminitos frondosos al frente de la iglesia, encuentro un lindo puesto de patatas dulces. Pido una vegana y, como muchos tonos en estos lares, es de color naranja.
Es deliciosa, pienso mientras me doy un descanso para seguir comiendo y, de sorpresa, veo a la chica de rastas invitar a la gente a mi alrededor. Nuestra miradas se encuentran.
—I will go. I promise!
—I just want to be sure —me dice—. I’m watching you —y ríe—. Enjoy!
Y se fue de regreso descalza en el pasto para seguir invitando.
—Hallo!
Todos bailan bajo una fusión de libertad mental, material y bi-condicional. Holandeses de muchos tipos, algunos inmigrantes de todo tipo e infinitas formas de ser en perpetuo cambio. La constante es la esencia holandesa, en términos post-metafísicos, de su ser libertad-tolerancia y la dialéctica entre éstas. Y, como fondo de todo, los molinos gigantes girando sobre un espacio de aquellos infinitos tonos de azul.
La comprensión de la libertad puede significar muchas cosas, ello reside en el propio concepto de libertad que cada individuo se construye como su auto-delimitación en cuanto a la libertad de los demás. En este sentido, comprender la libertad en la tierra de la praxis filosófica de libertad-tolerancia me posibilita detectar los criterios locales de libertad dentro de su ser en las prácticas sociales en aquello que es indecible y sólo mostrable en términos del Tractatus wittgensteiniano. El eterno olor a pan, una conciencia estética como parte de su conciencia colectiva y, sobre todas las cosas, las holandesas bailando.
No hay palabras que describan su filosófico ser de libertad.
La libertad las toca como si fuese un ente que únicamente existe si se tiene conciencia intencional de éste, ellas lo saben, lo sienten y lo ejercen; su risa, su expresión corporal y hasta una forma de pararse históricamente valiente. Sus miradas atraviesan el cielo porque están seguras de sí mismas, de los juicios de terceros y, por tanto, del mundo entero. Son fundadoras del ser libres, de tolerar la libertad de los demás y, como parte procesal de su comprensión ontológica, de poder lidiar ante cualquier situación adversa en lo social. Porque ser libres es parte de su ser lingǘístico, consecuente formación escolar y concluyente ejercicio total de su propia libertad. Y, lo más bello de todo, es que la sociedad alenta dicha libertad, vela por su seguridad y, felizmente, incentiva su creatividad. Por ejemplo, el mismo concepto de bailar es re-interpretado infinitamente por la libertad individual en este armónico equilibrio con la responsabilidad colectiva.
En ello reside su estética, en que todos bailan y, partiendo de la tolerancia que implica el propio concepto de libertad, cada uno a su manera.
Continúa 12
Por: Serner Mexica
Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".