La batalla por el Poder Judicial (Parte II)

Para hacer frente al fraude electoral en el municipio de Cárdenas, Tabasco, AMLO inició una peregrinación y éxodo de protesta ciudadana que dejó claro que un movimiento político-social que cuenta con poder orgánico, rumbo y dirección puede derrotar a un gobierno por más autoritario que este sea.

Continuamos con la tragedia de la batalla del Poder Judicial.

 

El bastión priista 

 

Hidalgo vivió más de nueve décadas, hasta el gobierno de alternancia política de Julio Menchaca, en un bastión priista que causó estragos en la redistribución de la riqueza, con caciques que mediaban entre el poder público y la ciudadanía, y con una casta política que se heredaba el poder de manera familiar o por ungidos fraternos de esas familias.

 

En este trazo de la gran familia revolucionaria de Hidalgo, Luis Echeverría, presidente de México, fue recibido con los vítores y aclamaciones en un cerro de la capital Pachuca con su slogan pintado: “Arriba y adelante”, que, en esos momentos, implicaba para la casta política local perpetuarse desde un partido que prodigaba privilegios y prebendas políticas, y que en sus campañas repartía gorras y camisetas y una que otra torta.

 

Del otro lado del puente 

 

En 1988, habiendo formado el Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador había vivido en carne propia en ese mismo año el peso de la maquinaria de Estado. Había sido barrido en las elecciones de Tabasco desde el Frente Democrático Nacional (FDN) que lo integraban el Partido Mexicano Socialista, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el Partido Popular Socialista y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.

 

La aplanadora salinista y el fraude político 

 

El entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, le envió un mensaje al político tabasqueño López Obrador: “no vas a ganar y mejor te conviene renunciar a la candidatura”. Fue cierto, el joven Peje no ganó la gubernatura de su natal Tabasco y la maquinaria de Estado lo aplastó y lo apaleó.

 

La revancha llega con sangre 

 

Se formó un triunvirato tácito; en tiempo y espacio, así como nacía el PRD, del otro lado del puente nacía el PRIAN.

Carlos Salinas hizo migas con Vicente Fox y Felipe Calderón; para esas fechas, Jesús Murillo Karam ya había sido gobernador del estado de Hidalgo.

 

El nacimiento del pejelagarto y el primer chipote con sangre 

 

El Peje, como le empezaron a decir sus adversarios políticos a López Obrador, en su activismo político en Tabasco, por defender el petróleo y evitar su privatización, logró custodiar el legado y patrimonio de los mexicanos, pero fue alcanzado por un toletazo de un granadero que le sacó un chipote con sangre, pero sus pasos no fueron detenidos y en 1991 frente al fraude electoral del municipio de Cárdenas, inició una peregrinación y éxodo de protesta ciudadana de 1,090 kilómetros al entonces Distrito Federal, para iniciar el primer gran “Plantón por la democracia”. Durante su trayecto, Carlos Salinas de Gortari le envío una serie de propuestas para darle cargos públicos por medio del secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, pero el Peje había iniciado el primer gran movimiento cívico -que a la postre incubaría la idea, años después, de Morena-, por lo que cobijado por el pueblo llegó al Zócalo, doblándole las manitas a Carlos Salinas que tuvo que reconocer el triunfo de esa naciente izquierda en Cárdenas, Tabasco.

 

La génesis anticipada de Morena 

 

En todas estas peripecias algo quedaba claro, un movimiento político-social que cuenta con poder orgánico, rumbo y dirección puede derrotar a un gobierno por más autoritario que este sea. El plebiscito en Chile que depuso al dictador Augusto Pinochet, da cuenta de esto.

 

Hacia la silla presidencial 

 

El Peje habría de convertirse en jefe capitalino del Distrito Federal y comenzaba el asedio desde el control de los poderes públicos en el gobierno de Vicente Fox para desaforarlo. El proceso de desafuero estaba encargado al Poder Legislativo y su aplicación al Poder Judicial, pero la movilización ciudadana defendió a López Obrador y Vicente Fox se quedó con un palmo de narices al no poder lograr su desafuero.

 

¿Por qué Fox le tenía tanto coraje a López Obrador?

 

La protección de intereses particulares con fachada pública. La respuesta provenía de su oposición desde el gobierno anterior al FOBAPROA, tragedia para el pueblo de México que tuvo y tiene que pagar los estropicios y fraudes del sector bancario que con cinismo logró pasar gran parte de sus pérdidas a deuda pública. Allí también estaba el contubernio del Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.


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