El filósofo chileno Axel Kaiser admite que la desigualdad no es el mayor problema social del Estado, advirtiendo que, si todos fuéramos desiguales, pero con oportunidades parejas, podríamos coexistir en paz; como ejemplo Kaiser propone: si el sistema te permite tener un automóvil, qué importa si alguien tiene un vocho y alguien más tiene un Mercedes, lo importante es que todos tendríamos un automóvil y, por ende, esta desigualdad no crearía pesar social.
La analogía del automóvil de Kaiser para citar a la desigual “inmaculada”, como yo le llamo, es un sofisma que no toma en consideración que la desigualdad es un efecto de las asimetrías de poder en el Estado y su entramado legal que deviene en miseria y desolación; por lo que un Mercedes contra un vocho es la expresión del control social que hace de la desigualdad el instrumento de ventaja y opresión social de las élites.
En este “mundo feliz”, Kaiser parece redimir las lecciones de Friedrich Hayek, creando cortinas de humo en un “liberalismo político” que sigue fincado en la desigualdad para oprimir y ello no atraviesa, como piensa Kaiser, por una “tiranía de la mayoría o la maldad”, sino por un Estado que históricamente ha creado condiciones desde el entramado jurídico para asegurar que la asimetría de la desigualdad sea el florete de esgrima que niega oportunidades, no que las crea.
La desigualdad, señor Kaiser, va más allá de asumir que el consumo que se tiene es suficiente para evitar las asimetrías mentales y sociales en un espectro social. Pongámoslo así: en nuestros días, Estados Unidos, que se concibe como la tierra de las oportunidades, es tan desigual que la mendicidad y la muerte se asoman en sus prácticas de Estado; al atravesar por una pandemia, el Estado-Trump nos mostró que la “tierra de las oportunidades” le negó a millones de norteamericanos una vacuna.
Quizá, señor Kaiser, usted que habla de la libertad económica en nuestro país, Chile, advirtió que mientras los campos de concentración de Pinochet pisoteaban la vida y la dignidad humana, el país seguía siendo tan brutalmente desigual, aun frente a la libertad de mercado que no garantizaba la libertad de pensamiento, expresión y de vida.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
