La lucha contra la corrupción en México sigue siendo un tema que causa polémica y desconfianza entre los ciudadanos. Aunque se habla mucho de honestidad y transparencia, los hechos no siempre parecen respaldar las palabras. Hoy, el caso de Israel Félix Soto, expresidente municipal de Mineral de la Reforma, vuelve a poner en el foco los pendientes en materia de justicia y rendición de cuentas.
Recientemente, se dio a conocer que más de 287 millones de pesos no han sido comprobados en la administración de Félix Soto. Esto ocurre en el contexto de las investigaciones sobre la llamada Estafa Siniestra, un escándalo que ha destapado graves irregularidades en el manejo de recursos públicos. Este caso, además, pone en jaque al gobierno de Julio Menchaca, quien enfrenta la presión de demostrar que la lucha contra la corrupción es una prioridad real en Hidalgo.
Pero hay algo más profundo en juego: la relación política entre Omar Fayad, exgobernador de Hidalgo, y el gobierno de la Cuarta Transformación. Se ha especulado que existe un “pacto político” entre Fayad y el presidente López Obrador, que habría garantizado cierta protección para Fayad, quien ahora está en la Embajada de Noruega. Si esto es cierto, ¿esa protección también se extiende a sus aliados, como Israel Félix Soto?
El caso de Félix Soto no sería único. Otros actores políticos, como Eleazar García, exalcalde de Pachuca, lograron librarse de consecuencias legales tras hacer una “reparación del daño”. Esto deja la impresión de que en México no todos son iguales ante la ley. ¿Por qué unos enfrentan el “patíbulo anticorrupción” mientras otros logran salir bien librados?
La falta de justicia efectiva es una de las principales razones por las que los gobiernos del pasado perdieron la confianza del pueblo. Hoy, la llamada “honestidad valiente” de la Cuarta Transformación se pone a prueba en casos como el de Félix Soto. Si se confirman las irregularidades y no se aplica la ley de manera justa, la credibilidad de este proyecto político podría quedar seriamente dañada.
Lo que está en juego no es sólo la carrera política de Israel Félix Soto o la imagen de Omar Fayad, sino la confianza de los ciudadanos en un sistema que promete ser diferente pero que, a menudo, parece repetir los mismos errores del pasado. La pregunta sigue siendo: ¿se hará justicia de verdad o todo quedará, una vez más, en discursos vacíos?
