La inexactitud de la percepción política suele ser una constante que genera rumores y suele empujar grandes ilusiones o fracasos de escenarios quiméricos. Pero, también, en el epicentro de la política, la filtración de la información es un instrumento que utilizan aquellos para los cuales los cometidos políticos se centran en el juego de luces y sombras.
La designación de Julio Valera Piedras en Sedatu, en un juego de luces y sombras, retrotrae el espacio de amnistía política que generó el gobernador Julio Menchaca en una apertura de racionalidad de poder dentro de su gobierno de alternancia y de una reconfiguración de las lógicas de la esfera pública.
El enroque político de Valera Piedras -que defeccionara al PRI y engrosara el Grupo Plural Independiente, lobby de presión política que aún existe y que condensa una fuerza política en Hidalgo, el cual fue formado por el exgobernador Omar Fayad, quien es embajador de México en Noruega- es un ejemplo aleccionador de que las variables políticas se multiplican y generan una cadena intrincada en una hebra de poder.
La vitalidad de la relación política entre el exgobernador Omar Fayad con el gobierno de López Obrador selló una estructura de poder que a la postre dio paso al Grupo Plural Independiente, en una lógica lineal de “imparcialidad política” que le permitía al GPI adherirse a cualquier postura o tendencia de poder y, por ende, a cualquier partido político, tal y como lo ha hecho históricamente el Grupo Universidad.
Este trazo de movilidad política es producto de la crisis de representatividad de los partidos políticos del antiguo régimen, de los satélites y de los advenedizos que se enmascaran en la bandera de la democracia y que, ahora, en su mayoría, apelan a que son de “izquierda”, como lo señaló el presidente del PRI Hidalgo, Marco Mendoza.
No se requiere ser pitonisa para entender que la izquierda es portadora del epicentro político de la nación. Por ende, el arribo a la “izquierda”, al menos en retórica de diferentes partidos políticos, es poco menos que la quimera del oro.
A diferencia de este mimetismo político de los partidos que se hacen llamar de izquierda para intentar causar un impacto de “adhesión y simpatía ciudadana hacia sus filas”, tanto el Grupo Universidad como el Grupo Plural Independiente juegan como se les da la gana y donde se les da la gana, lo que les abre un abanico político y de poder que no presenta límites.
Por ende, el enroque político de Julio Valera Piedras no puede ser advertido como inesperado en la gestión de Julio Menchaca, sino como una condición lógica de reestructuración política que las fuerzas de Morena, desde el obradorismo, habían iniciado en una amnistía política donde las alianzas se multiplicaban ante el proyecto de la 4T.
Cualquier analista de bolsillo podría criticar estas alianzas pensando en la inconsistencia ideológica o de poder. Sin embargo, la hebra política es más intrincada de lo que se percibe a simple vista. En la mesa se encuentran los ingredientes diversos que no permiten asumir análisis lineales, salvo en casos acotados.
No se puede mirar este enroque político desde el espejo de la especulación. Existen factores de sobra para entender que se está trazando en la reconfiguración de las estructuras y escenarios políticos de la nación nuevos nexos en la construcción de un poder orgánico de izquierda, donde la orientación política no puede ser apreciada como monolítica.
No ha sido el primer enroque político en Morena en Hidalgo el de Julio Valera Piedras y no será el último. Se avecina hacia el tercer año de gobierno de Julio Menchaca una depuración y fortalecimiento de sus estructuras políticas.
