Entre la agudeza del análisis político y la morbosidad ripiosa de la empírea política ha emergido la candidatura de Julio Menchaca, atacando los vestigios de una sociedad despojada de la pertinente distribución del poder político en sus acciones de gobierno, donde la hegemonía priista parece entregar su último aliento a la fuerza del cambio político nacional.
Nada tan paradójico como la naturaleza del poder democrático en un país donde el peso de la clase política sobre la sociedad ha causado estragos por décadas, al grado que la ha sumido en un subdesarrollo político, el mismo que la propia clase política sufre por causa de su mesianismo tribal que se resiste a abandonar los cacicazgos y liturgias de la concentración del poder, condición que aún hoy conserva resabios de prácticas políticas que operan tras bambalinas.
Es en este escenario de anacronismo político donde la candidatura en Hidalgo por Morena de Julio Menchaca adquiere un argumento sólido de alternancia en prospectiva, de cara a los comicios de junio, que ha remecido la estructura política del priismo, que hoy se encuentra en franca batalla interna, lo cual evidencia la resquebrajada insolvencia política de conducción de cuadros y bases militantes frente al anquilosado poder vertical que colapsa ante la definición política que debe asumir.
En esta dimensión política la paradoja priista es mayúscula, ya que fue esa misma verticalidad política que le permitió acuñar una lógica de “hacer política”, la que hoy se convierte en el peor enemigo interno en su correlación de fuerzas, al grado que el llamado a la “unidad” es más una retórica de disfraz partidista que la convicción monolítica de su fuerza, que hoy oscila en el péndulo de la candidatura entre Carolina Viggiano e Israel Félix.
El tridente de este análisis crítico lo constituye la ciudadanía despojada de la distribución de poder en Hidalgo, que históricamente se vio avasallada por su inopia política y las funciones del cacicazgo y de los operadores políticos que hoy han adquirido formas camaleónicas que pretenden sumarse a la candidatura de Julio Menchaca no por convicción, sino por el arribismo político que se suma al barco de los triunfadores; olvidando que esa ciudadanía despojada aguarda su revancha frente al vasallaje político histórico.
Dios no juega a los dados y la política tampoco, por lo que mucho antes de que la elección a la gubernatura de Hidalgo haya iniciado formalmente, Julio Menchaca ya es arropado por la ciudadanía despojada.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.