La política es, como todas las construcciones humanas, una realidad de carne y hueso. ¿A quiénes debemos responsabilizar de los avances de un país? Evidentemente a los administradores de ese país, porque son ellos quienes toman en gran medida las decisiones de su conducción; el núcleo privado de la sociedad hace lo suyo y sigue las reglas del juego impuestas por aquellos. Aquí no aplica esa metáfora de que el gobierno es el pueblo y que el pueblo es el gobierno; habría que ser muy ingenuo para percibir la realidad de esta manera.
Es evidente que la democracia diferida o representada, actúa en la traición o la lealtad, en la incertidumbre o en la certidumbre de aquellos que dirigen los destinos de un país; estas personas de carne y hueso son las que erigen las directrices del poder del Estado y han generado, históricamente, un déficit en la concreción de la tarea pública en la solución de problemas sociales y en la generación de oportunidades.
Lo irónico de la política y los políticos es que se yergue como una realidad que debe existir porque propicia el bienestar social, condición que rige para una minoría de la población, mientras que la mayor parte de los ciudadanos viven en la miseria más espantosa y difícilmente habrán de emerger de ella, porque esa misma clase política que maneja la política, lo hace en favor de las minorías que concentran el poder del Estado.
Nada tan espeluznante y macabro que hablar de la política y los políticos, asemeja a un enigma de la vida y la muerte, algo cercano al espiritismo y lejano a la materialidad mundana; más aún, es tan difícil concebir un gobierno donde la sociedad se encuentre satisfecha de su realidad, que se ha vuelto un cuento de hadas, la quimera del oro, o bien, el deseo de los ilusos.
La ironía de la política es que es en las manos de los que la han manejado, la mayor de las derrotas sociales de la humanidad, porque el pueblo se caga de hambre, vive sin esperanza y no presenta un horizonte promisorio en las manos de los políticos; por el contrario, el pueblo se sabe engañado y explotado, se sabe oprimido y violentado.
La ironía de la política es la clase política, ese núcleo que, salvo raras excepciones, se ha vuelto un lastre perverso que amenaza todo en donde existe oportunidad de dinero o de generar riqueza para ella y para las élites que protege, mientas el pueblo no espera ni puede esperar nada de esa clase política que no sea el despojo, el robo y la demagogia.
Consultoría política y lectura de Tarot: [email protected].
Suscríbete a mi canal de YouTube: «Ciudadanía de Kristal».
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.