Irán ha cuadruplicado su producción de uranio enriquecido, el cual supera los 300 kilogramos, límite establecido a nivel internacional desde 2015, pero frente a las presiones de Estados Unidos y a las constantes amenazas del gobierno de Donald Trump, todo queda en: “preparados para la guerra para preservar la paz”.
Recordemos que en mayo pasado las hostilidades entre Estados Unidos e Irán se incrementaron, a tal grado que el gobierno de Hasan Rohani decidió suspender una serie de acuerdos y medidas en torno a la carrera nuclear que desde hace décadas aplicaba, cuestión que le puso los pelos de punta al planeta y desató fuerzas en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Uranio, la salida a tanta opresión
Es necesario destacar que el gobierno de Irán ha sido blanco de diferentes medidas de control por gobiernos como Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania, quienes han tratado de vetar las exportaciones de petróleo iraní, y también han intentado frenar cuentas bancarias para tratar de disuadir la producción de uranio de Irán, pero esto sólo le ha puesto presión a la caldera, de modo que la reacción del gobierno iraní ha sido incrementar la producción de uranio y perfilar un mayor desarrollo atómico.
Por si fuera poco, el gobierno de Washington ha mostrado una creciente hostilidad hacia Irán, situación que no ayuda en nada a disminuir las tensiones en un mundo que presenta infinidad de problemas, pero el tema atómico es un capítulo aparte y delicado.
¡Cuidado!
Estas mamarrachadas de la opresión de los pueblos, como la hostilidad del primer mundo al pueblo iraní, nos recuerdan el peligro que encierra su devastador poder atómico, pues podría causar un desastre del cual jamás la humanidad se pueda recuperar. Jugar con fuego atómico es más cabrón que escuchar las pendejadas de Donald Trump, por lo que el mundo y los gobiernos de paz deben poner sus barbas a remojar.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
