En una de las salas de la Cineteca Nacional se estrenó el interesante documental Maricarmen, de Sergio Morkin, que resulta una auténtica lección de vida.
El filme es un testimonio de la vida de Maricarmen Graue, una chelista ciega que no se ha dejado vencer por su incapacidad: toca su instrumento en una orquesta de cámara y en un grupo de rock, además de dar clases de música a los niños, escribir, esculpir y hasta correr maratones.
A sus 52 años, vemos a esta incansable mujer abordar el metro o el transporte público cargando su voluminoso chelo, sin quejarse o buscar un trato especial. Cuenta como perdió la vista a temprana edad, cómo su padre le inculcó el amor a la música y cómo tuvo que sobreponerse a la pérdida de ambos. Su madre, la laureada catedrática Carmen, narra que la educó severamente, para que se pudiera valer por sí misma, y afirma que ya puede morir tranquila, porque lo consiguió.
Maricarmen bromea sobre su condición, recordando cuando, en un salón de clases, se le salió un ojo de vidrio, ante el asombro de sus alumnos, o que un asaltante salió huyendo al oír sus gritos y ver sus ojos en blanco; sin embargo, comparte su frustración por no haber encontrado una pareja, pese a relaciones apasionadas con un roquero y con el simpático viejo Enrique. “Es difícil convivir con un ciego”, confiesa.
Maricarmen resulta, pues, un interesante testimonio y una auténtica lección de vida de una valerosa mujer.
