En la elección del 18 de octubre, donde el PRI de Hidalgo se manifestó como partido ganador, dos fueron las virtudes que lo convirtieron en una aplanadora para triunfar en 32 municipios, el doble de los que tenía hasta antes de esos comicios: uno, oír y obedecer a sus bases que pidieron ir solos y sin alianzas a la batalla electoral y, como resultado de ello, lograron una unidad de hierro, donde los tricolores de a pie, los que con su voto hacen ganar, mostraron la lealtad por su partido.
Y dos, en la base de un gobierno tricolor, encabezado por Omar Fayad, que con resultados y políticas públicas bien diseñadas le dieron a Hidalgo bienestar y crecimiento, aparte de una impecable dirección de parte de Erika Rodríguez y Julio Valera.
El PRI nacional decidió ir en alianza con el PAN y el PRD, con una causa que parece buena, por lo que se ve que sucede en el país con el ejercicio del Poder Ejecutivo, sin un Poder Legislativo que frene, lo que muchos consideran, abusos y ocurrencias.
El problema viene cuando el partido tricolor instrumenta esta decisión, pues no parece lógico convertir esto de la alianza en regla general, como si todo el priismo de México necesitara de otros para ganar.
Si en un estado el PRI ha mostrado tamaños, con hechos, de ser ganador y con amplias posibilidades de hacerlo en la elección del 6 de junio, parece que no tiene caso la alianza, por cuanto se atenta contra los valores que lo hicieron ganador como son su unidad, minimizar a un buen gobierno, como sucede en Hidalgo, y no tomar en cuenta ni respetar la lealtad responsable de los priistas en general.
Para empezar, el tricolor solo encabezará con candidato de ese color tres distritos que son Pachuca VI, Atotonilco y Huejutla VII, y en los cuatro restantes los candidatos serán del PAN y del PRD.
Habrá que ver cuánto impactará en el estado de ánimo de los militantes, a la hora del voto, cuando vean que su candidato es de otro partido, sobre todo si la gran razón no ha sido explicada para convencerlos de votar por alguien que no es de su partido.
En el caso de Hidalgo, esta decisión parece atentatoria contra un priismo que pudo ir solo y con posibilidades de triunfo.
Y entonces, sobre todo después de ver que hubo dos grupos de interesados en las candidaturas, que habla de falta de unidad partidista, es válido preguntarse ¿qué o quién busca dividir al PRI de Hidalgo?
¿Qué tanto cuenta la cercanía de la sucesión gubernamental en el estado? ¿Están confrontados el PRI estatal y el nacional?
Lo cierto es que parece que en Hidalgo la alianza va a necesitar de mucho trabajo de convencimiento, para que no lastime la unidad del partido y para que realmente sea una fuente de triunfos.
Por: Adalberto Peralta Sánchez
Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.