Nada tan espeluznante como apreciar que en pleno siglo XXI las prácticas de control político y verticalidad de cúpula se prolongan en tiempo y espacio en el PRI Hidalgo. Asemeja a una fotografía color sepia, como un molusco que no abre su concha y que impide el paso de cualquier nutriente, anquilosándose mientras la vida política nacional toma un rumbo vertiginoso de cambio político.
La singular presencia de Alejandro Alito Moreno, exgobernador de Campeche, que haciendo mucha bulla y con desplantes mediáticos que sobresalen por la serie de desaguisados que provocan, ha avasallado a la vieja guardia del partido y pese a la insurgencia del “Frente Amplio” que comanda Dulce María Sauri, no lo despeina ni el viento y se apresta a dirigir al partido sin que exista la fuerza suficiente para arrebatarle el poder pese al desastre que vive el PRI.
En los hechos, la presencia de Alito Moreno en Hidalgo se fue enraizando en la medida que coexistía en la dirigencia nacional del tricolor con Carolina Viggiano, y pese a la debacle del PRI que lo mantiene borrado en el mapa municipal en Hidalgo -salvo la manchita de El Arenal- sigue una estela que mantiene aleccionado a Marco Mendoza, líder del PRI Hidalgo; claro, sin la visión ni fuerza de control político que presenta Alejandro Moreno que opera con éxito en la mayor parte de las réplicas del PRI en los estados.
En este escenario, el PRI Hidalgo se apresta a seguir en poder de la casta política que de frente y tras bambalinas ya ha trazado su destino; sin democratización, salvo que algo extraño o una fuerza espiritual se presentara para cambiar su realidad. Antidemocracia, demagogia y gatopardismo se perciben como la constante, lo cual es poco menos que la falacia del pescador, que espera sentado en su casa a que los peces piquen en la red.
Es innegable que la presencia de Carolina Viggiano habrá de prolongarse en el PRI Hidalgo. La política oriunda de Tepehuacán de Guerrero ha demostrado que en el tricolor no existen mayores voces, ideas y control de dirección para que surja una renovación de cuadros que permita ver nuevas caras y estilos de conducción al interior del partido y, en los hechos, nadie con autonomía y fuerza política parece encabezar ni un aliento de cambio político.
Es en este escenario que la figura de Marco Mendoza cobra relevancia plena, porque mantiene la anuencia y espaldarazo de Viggiano Austria sin que exista a contracorriente alguna fuerza tricolor que intente disputar el poder del partido, cuestión que sólo deja las huellas perdidas de todos los priistas que día con día defeccionan y migran con gran gusto al horizonte guinda.
No existen en este plano político lecciones aprendidas por la militancia ni insurgencia política que encauce un nuevo escenario pese a que el bastión priista en Hidalgo ya es historia. En todo caso y hasta donde alcance el registro del partido, que ahora es comparsa política en Hidalgo y a nivel nacional, la verticalidad política y la antidemocracia partidista seguirán siendo la constante de un poder orgánico de cúpula.
¿Hacia dónde va el PRI en Hidalgo?
Ya no va.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
