“Caballeros sin espadas” es una célebre película de Hollywood que habla de los juegos de interés y los contubernios de políticos con acaudalados inversionistas, pero también de representantes populares honestos.
Aceptémoslo: políticos honestos, servidores populares que sirvan al pueblo y no se sirvan del puesto son un anhelo frustrado en nuestros días. La actual contienda electoral, en realidad, no es ni de gladiadores ni de espadas; a continuación presentamos el perfil de los aspirantes con mayores probabilidades de esta arena política a la presidencia:
José Antonio Meade
Ni gladiador ni político; estratega de la administración y las finanzas, con bandera de honestidad asume desde el orden operativo del Estado que las cosas caminan, virtud matemática pero no social.
La debilidad mayor de Meade es no tener bancada partidista, no haber sido nunca un servidor emanado de la representación popular, cuestión por la que “no es ni de aquí, ni de allá”. Se trata de una factura que ya arrastra en el tricolor, condición que se une al sentido tecnocrático que es opuesto al democrático, porque mientras un tecnócrata lleva a rajatabla un plan de gobierno, un político se mueve en la horizontalidad del consenso.
Aunado a ello, Meade no se maneja hábilmente en el discurso, es vertical como son los tecnócratas y eso confunde al auditorio menos culto, por lo que su empatía política es menor.
Ricardo Anaya
Todavía con barros y espinillas, el panista arrastra un discurso virulento, empoderado desde la astucia de juventud pero con la miopía de la misma, condición que se une al precio de oscilar desde la derecha con los no tan derechos, por lo que las heridas al interior del blanquiazul sólo se salvan cuando en corto Anaya les promete a los empresarios el esplendor del control político.
Pesan sobre el mancebo las condiciones de los negocios oscuros, cuestión que no se salva sólo con números de contabilidad; pese a que nunca ha ganado un puesto de elección popular, excepto la presidencia del PAN, es matrero, astuto e implacable, al estilo Trump, pero con un discurso menos beligerante y absurdo.
Anaya se apresta desde un mejor discurso a asestar el golpe, en eso aventaja a Meade y al Peje.
Andrés Manuel López Obrador
Incorruptible y sin cola que le pisen pero prohijando corruptos y oscuros, con buenos deseos e intenciones pero con el peso del discurso del desencuentro, amén de que es lento para hablar y elaborar ideas, contradictorio a morir y con el peso del fantasma del “populismo” del imaginario colectivo.
Su virtud está en los que menos tienen, es el misionero que ha recorrido innumerables veces el país, pero su nueva postura de hermana de la caridad y reconciliador del establishment y los delincuentes de cuello blanco y negro podría costarle la carrera que hoy aventaja como caballo de hacienda.
Su mayor debilidad es haber cambiado su discurso y actitud, porque al verse acorralado habrá de resurgir el pejelagarto.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.