Con el ascenso de Donald Trump en Estados Unidos, la derecha ha tomado el mapa político en el orbe, en algunos casos abiertamente la ultraderecha y en otros sólo la derecha, pero la sombra del conservadurismo se cierne en ambos casos.
¿Por qué es difícil vivir en la ultraderecha?: porque son gobiernos ampliamente verticales y conservadores que, inclusive, propenden a la xenofobia y al racismo, vulnerando a los sectores desposeídos de la población y haciendo el agosto para las elites del poder. En definitiva, gobiernos que no miran hacia abajo.
Francia es, a nivel de los centros neurálgicos de Europa, el mejor termómetro de lo que está viviendo el planeta ante la incapacidad de la izquierda para ser una opción política viable, cuestión que se evidencia en su contienda electoral, en la cual los candidatos son de derecha y ultraderecha.
Emmanuel Macron, cuya vertiginosa carrera en lo que llaman “centro-derecha” ha forzado a la segunda vuelta por la Presidencia de Francia a Marine Le Pen, de ultraderecha, con el 24% de las preferencias de voto, seguido por su contrincante con el 22%, margen estrecho, pero que el partido de Macron, “En Marcha”, ha celebrado augurando que en la segunda vuelta el resultado no habrá de modificarse.
Recordemos que esta elección se ha realizado dentro de los marcos de un estado en alerta por los atentados terroristas en París, cuestión que incidió en el estrecho margen de la votación que deja en segundo lugar a Le Pen, pero que de recrudecerse podría inclinar la balanza en favor de la ultraderechista.
Es vital entender que en tiempos de crisis económicas la derecha suele convertirse en la alternativa que custodia los intereses de las élites del poder, cosa nada extraña en Europa y América Latina, por lo que queda claro que la marginación de la izquierda en el espectro político en Francia es más que explicable.
A la izquierda se le vincula, erróneamente, con el populismo, dándose a entender que hacen gobiernos que gastan, se endeudan y favorecen a los que menos tienen a costa de endeudar al Estado y con ello, a posteriori, causar quebranto en las finanzas públicas -cuestión que de paso me lleva a preguntar: ¿Javier Duarte no era populista y con él quién recuerda al populismo?-, situación no aceptable ya que la izquierda no juega sola y tiene el contrapeso de la Cámara.
Lo cierto es que la derecha está en ascenso y el balance parece ser siniestro, recordemos lo que pasa con Trump: ¿es acaso la imagen de la pulcritud, la sensatez y la razón?
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.