El 18 de octubre pasado, el PRI de Hidalgo dio una lección de partido bien dirigido, serio y de congruencia y respeto a un gobernador, que por su buen desempeño se convirtió en base de quienes buscaban ser alcaldes, con resultados excelentes que le permitieron al tricolor un regreso triunfal como en sus mejores tiempos, con una diferencia central, se logró cuando se suponía que Morena era o debía ser el gran monstruo que apenas dos años y cacho atrás había arrasado en las elecciones.
¿Qué pasó entonces, cuáles fueron las claves para ese triunfo priísta?
Todo indica que la causa principal fue la unidad que se logró entre todos los priistas, con el respaldo, sin duda, de un buen gobernador calificado como el mejor del país y una impecable dirección de Erika Rodríguez y Julio Valera.
Fue y se supone que debía ser el mismo camino para la gran elección del 6 de junio de este año.
Pero hay signos de que las cosas no caminan por ahí, debido en mucho a la decisión que tomó la dirigencia nacional del PRI de imponer como estrategia una coalición con el PAN y el PRD en la que por lo menos el partido tricolor en Hidalgo sale perdiendo, aunque la causa general de ganar el Congreso Federal para frenar acciones del gobierno nacional suene bien en la propuesta y el discurso.
¿De verdad le hacía falta esta coalición al PRI de Hidalgo?
Parece que no.
Pero donde las cosas se ponen más difíciles es en la unidad del priismo hidalguense.
En la elección del 18 de octubre, la unidad fue el gran logro que se tuvo, porque se escuchó a los tricolores de a pie que sacaron la casta y el orgullo y le exigieron a sus dirigentes que tenían que ir solos, sin alianzas, y fueron escuchados y con esa unidad ganaron.
En este momento hay ya una fisura en el partido, fisura que todavía no es una fractura, pero que ya habla de división, y que como causa de problemas más fuertes se puede curar con diálogo y acuerdos para prevenir una fractura que cuesta más resolver, porque ya no se curaría con medicamentos sencillos sino con intervenciones quirúrgicas y uso de clavos y placas para unir a las partes.
Algo que provocó esta fisura fue la decisión del CEN Priista sobre las candidaturas plurinominales, que no fueron bien recibidas por muchos tricolores y que dejó la impresión de que por lo pronto hay ya dos grupos de tricolores: el Grupo México y el Grupo Hidalgo.
Como sea, es una fisura porque no se notó que haya sido una decisión nacida del acuerdo y el diálogo sino -como decía aquel- ” todo lo contrario”.
El PRI de Hidalgo ya demostró que unido es muy fuerte y gana y también que desunido y sin oír a los de abajo, pierde.
La fórmula que usó en octubre demostró que es ganadora. Parece que no hacía falta cambiarla, pero se cambió.
Y se dio una fisura, que todavía no es una fractura, y que puede componerse si hay voluntad, diálogo y acuerdo inteligente.
Si no hay esta decisión, la fractura se puede presentar y entonces el escenario cambia y no parece que para bien.
Desunidos pierden, porque así lo dice la agenda de la experiencia. Hará falta humildad, tan difícil en la política, y respetar el sentir de las bases que son finalmente los que dan los triunfos.
No hay fractura todavía, pero sí una fisura que se puede curar… si se quiere.