Es claro que la batalla por el Poder Judicial jamás se trató de un asunto libertario para amparar a la procuración de justicia de la maquinaria de Estado, tratando de preservar su autonomía en el equilibrio de los poderes públicos. Sus alcances son mayores y han salido a la luz pública.
El expediente secreto
La derrota del 2 de junio fue para la oposición el punto de quiebre del antiguo régimen. Las horas transcurrieron con angustia. Los teléfonos no dejaban de sonar en la sede del PRI y la moral se venía abajo poco antes de las 10 de la noche, cuando los cómputos preliminares le llegaron a Alejandro Alito Moreno y Carolina Viggiano. La derrota era inevitable y estrepitosa.
En ese escenario, Xóchitl Gálvez, la candidata oriunda de Tepatepec, tuvo que dar la cara ante la derrota, no sin que hubiera censura política, porque Marko Cortés, el líder panista, le pidió tiempo para salir a los medios. A Marko Cortés le habían llegado diferentes telefonemas, lo mismo de Claudio X. González y la cúpula empresarial, que de los sectores ultraconservadores del panismo que, en plena desesperación, le exigían cuentas claras y rumbo político.
En Hidalgo, Marco Mendoza se plegó a las sombras y no hizo mayores declaraciones. Era evidente que, en Hidalgo, viejo bastión priista, no sólo se había perdido la elección presidencial con un saldo de un millón de votos en favor de Claudia Sheinbaum, también la redistribución equitativa de escaños en el Congreso local y el ascenso de una bancada de Morena proclive a Julio Menchaca, que habría de romper con el Grupo Universidad. El revés político de la oposición en Hidalgo era el cobro ciudadano de la factura de la desigualdad, la marginación y la pobreza.
Después del 2 de junio, en los primeros quince días de la derrota, la estructura del PRIAN quedó al garete. Ni Alejandro Alito Moreno ni Marko Cortés se atrevieron a hacer un llamado a la unidad partidista; sólo se concretaron a denunciar el fraude electoral de una elección de Estado a través de su maquinaria mediática, pero el recuento de votos del INE era aplastante y se asomaba la continuidad de las reformas de AMLO en manos de Claudia Sheinbaum. Todo quedó en un impasse político hasta conocer los arreglos entre la oligarquía nativa y el gobierno de Washington.
El hiperpresidencialismo
Durante décadas, el control del aparato de Estado de la oposición le había permitido ser juez y parte. Por ende, la batalla del Poder Judicial y las presiones de Atlacomulco a Washington para detentar el capital político que le quedaba, se convirtió en una arena política encarnizada. Lo mismo sucedió con el efecto político desde el paro de labores que desde el papel vital de obstruccionismo jurídico de la ministra Norma Piña entonces se cernía una crisis política que apuntó a crear un conflicto de intervencionismo político internacional con y desde Estados Unidos, Canadá y España.
Marioneta sin hilos ni teledirigida
El temor y suspicacia de la añeja casta política hizo correr el rumor de que Claudia Sheinbaum sería una marioneta de AMLO. La intención era causar desconcierto social y poner a López Obrador como un dictador populista. Empero, el colapso político fue mayor. Claudia Sheinbaum, desde el mensaje presidencial y en los primeros días de su gobierno, dejó sentado el hiperpresidencialismo como cambio sistémico del Poder Ejecutivo, con un mandato que contaba con el peso del control de los poderes públicos y, por ende, con la redistribución del poder político de la nación con perspectiva efectiva de género.
La reingeniería constitucional con alternancia de género
Sheinbaum Pardo concretó en la primera semana de su gestión un paquete de reformas de la que sobresale la alternancia efectiva de género en el cargo del Poder Ejecutivo, las gubernaturas y las alcaldías, decapitando todo trazo operativo y cálculos políticos de la oposición nacional e internacional. Esta reforma crea las condiciones para modificar la estructura del sistema político y dar un salto cualitativo en la reingeniería constitucional sin tener que llamar a un proceso constituyente para derogar la constitución del Estado patriarcal.
La redistribución del poder
Como factor del hiperpresidencialismo, la distribución del poder ha iniciado con la reforma de la alternancia de género. Analíticamente, la redistribución del poder es un factor de correlación de fuerzas, por lo que garantizar la equidad sustantiva en la estructura política es el primer paso para garantizar la igualdad sustantiva a nivel social.
Claudia Sheinbaum está en la cúspide de la transformación del sistema político en México. Habrá de sentar las bases hacia un nuevo orden político donde las instituciones se abran a la horizontalidad de la soberanía del pueblo. Ha iniciado el contrapeso político de masas a la derecha y a la oligarquía nativa desde una redistribución del poder del Estado.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.