Estamos en un momento de incertidumbre, de mucha desconfianza, dudas, temores y hasta miedo, porque la pandemia, el covid-19 no es una historia que se da quién sabe dónde, sino que para muchos de nosotros, sino es que para todos, es un virus que ha lastimado a nuestros amigos, conocidos y, en muchos casos, a nuestra familia, porque hijos, hermanos, tíos, primos, la esposa, el esposo o nuestros padres han sido infectados, para vivir un tiempo desesperante por la incertidumbre de lo que pueda pasar.
Se empieza a vivir la idea de que la pandemia entra ya en un periodo de descontrol en que los sistemas de salud colapsan, porque se saturan los hospitales y no hay camas para atender a los enfermos; en que faltan medicamentos, aun los esenciales como anticoagulantes y vitaminas, que no se encuentran en las farmacias; los contagios crecen hasta alcanzar ya, en nuestro estado, a más de 28,000 y los fallecimientos están llegando a los 4 mil y a nivel nacional en un solo día se contagiaron 21,366 personas para tener hoy un total de 1,641,428 casos y 140,704 fallecidos ya.
Esa es nuestra realidad.
A la que hay que sumarle la tremenda división que se vive en todo México, con enfrentamientos diarios desde lo más alto del poder y, todos los días y a todas horas, verdaderas batallas en las redes sociales en donde no se argumenta, se agrede; no se concilia, se divide; no se dialoga, se grita en el peor de los tonos, con el resultado de un país dividido y enfrentado.
En el aspecto económico, la situación es delicada porque la mayoría de los negocios -que es lo mismo que decir empleos-, no han podido estar activos y ahora menos porque entramos otra vez a semáforo rojo por la situación sanitaria, por lo menos, hasta el fin de este mes.
Se va creando un sentimiento de frustración y desencanto, de mucha preocupación y hasta molestia por las afectaciones de esta enfermedad que se manifiesta en actitudes de protesta de quienes no pueden abrir sus negocios, como restaurantes.
Todo parece tener un desarrollo natural y lógico, pero no faltan los vivos de siempre, como ciertas agrupaciones grillas, que se montan en esta pandemia para exigir respuestas a sus planes y para su clientela social, que son la base de sus negocios y hasta hacen plantones porque exigen, finalmente, dinero. Claro, sin apuntar a los “Contreras” que por grillas se oponen, o se oponían, a todo, especialmente después del encarcelamiento de ya saben quién, porque desde su capacidad de “pensantes de Hidalgo” ellos y nadie más que ellos saben, o sabían, cómo hacer las cosas.
Ante este panorama verdaderamente preocupante, la esperanza de mejores días se mantiene porque vemos la manera en que Hidalgo enfrenta la pandemia por parte del gobierno de Omar Fayad, con buen programa de la Secretaría de Salud, donde Alejandro Efraín Benítez sostiene, con dedicación y responsabilidad, la política pública diseñada para este problema, apoyado por un personal médico que llega al heroísmo para hacer frente al covid.
En cuanto al reto de la economía, no se puede ignorar lo que se lleva a cabo para hacer frente a las afectaciones en este terreno con un trabajo que es encabezado por el gobernador y con una excelente labor de José Luis Romo, Sergio Vargas, Jessica Blancas, Lamán Carranza, Daniel Rolando Jiménez, entre otros.
La llegada de las vacunas es, sin duda, una gran puerta de salida a la crisis que, sin embargo, sufre un golpe demoledor con la decisión presidencial de aceptar recibir menos biológicos para favorecer a países pobres.
Hasta la esperanza se desvanece.
No obstante, es la parte de la sociedad, de la responsabilidad ciudadana, la que todo indica ha fallado porque muchos, por desgracia, se aferran a que no existe el virus y se niegan a poner en práctica las recomendaciones.
Hasta que les toca, cuando ya han causado un gran daño, infectando a muchas personas.
Es indudable que solo unidos, y con responsabilidad, podremos salir adelante.
Si no se dan esta unidad y responsabilidad de todos, el camino será mas largo y habrá más víctimas.
Es difícil y exige sacrificios, pero, por desgracia, no hay de otra.
Por: Adalberto Peralta Sánchez
Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.