Los vendedores de baratijas en el metro de la ciudad de México, en los tianguis y en los puestos ambulantes, acostumbran -para ganar compradores- gritar en un tono muy de ellos: «LLÉVELO… DAMITA, CABALLERO… BARA, BARA» y lo mismo se refieren a lapiceros, perfumes supuestamente originales, que a ropa, juguetes y otras cosas.
Y venden porque siempre hay gente que compra mientras sigue sonando el «llévelo, llévelo… bara, bara».
Y algo parecido pasa en la política de México y ni se diga de nuestro estado, y más en estos tiempos electorales, en que parece que todo se vale con tal de ganar.
Y algo que incide en la voluntad ciudadana es hacerle sentir a la gente que se va ganando y que los rivales se van quedando atrás.
Pero no basta que lo digan los dirigentes de los partidos, porque nadie va a decir que va perdiendo, o que se aprovechen hechos -ciertos o creados- para decir que los de enfrente están desesperados y que por ello lo que sucede, que puede ser supuesta destrucción de propaganda o agresiones que generalmente se inventan para decir lo que se dice.
Es cuando aparece un arma a la que recurren casi todos: LAS ENCUESTAS.
Se supone que son estudios de opinión serios y con una metodología profesional que le da credibilidad.
Pero no.
Sucede que lo que se ve es la misma técnica de los vendedores de tianguis y metro, son como trajes a la medida que se mandan a hacer -por lo menos eso se ve-, como parte de la estrategia electoral.
Y así vemos cómo se dice y pontifica que tal o cual partido lleva una ventaja enorme y que son seguramente ganadores.
En la elección de alcaldes del 18 de octubre, alguna encuesta daba como partido ganador a Morena -que ya en los hechos se llevó una paliza-, y se daban hasta nombres de los que serían candidatos, que luego ni pintaron.
Las encuestas han perdido credibilidad.
Debe haber algunas serias, pero poco se ven.
Se tiene la impresión de que como en el metro o el tianguis el grito es «ENCUESTAS, ENCUESTAS…LLÉVELAS, LLÉVELAS… BARA, BARA».
Y hay quien las compra y se atreve a lucirlas como argumento de victoria.
El despertar es amargo.