El tóxico maridaje político de Alejandro y Carolina

El PRI tiene nombre y apellido de una familia política llamada Moreno-Viggiano. Ya nadie les cree que son un partido de puertas abiertas y no pueden decir que son un partido que reconoce a su militancia como la fuerza prioritaria, cuando en realidad son los últimos en ser tomados en cuenta, y eso ha sido ampliamente notorio en las urnas.

Pues resulta que quienes integran la larga lista de opositores del dirigente nacional del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, tuvieron la razón sobre lo que pasaría con el Revolucionario Institucional y que Alito Moreno y Carolina Viggiano terminarían por no cumplir los acuerdos para quedarse con la morralla que les queda.

 

Y es que desde su llegada a la dirigencia nacional en el año 2019, su periodo estatutario debió concluir en el año 2023, pero evidentemente que, derivado de la ruptura que tuvieron este par de fallidos dirigentes con diversos liderazgos en todo el país, lejos de entrar en reflexión y tomar una decisión plural, resultó todo lo contrario y se envalentonaron, dejando fuera de la jugada las expresiones que exigieron un cambio.

 

Incluso hubo quienes, a pesar de todas las voces de expresión en contra, aguantaron estoicos y se la jugaron con Alito, luego de que casi al término de su periodo estatutario en el 2023 anunciara una ampliación a su permanencia, la cual terminaría en este año. Pero definitivamente le encontraron el gusto y el modo y todo lo fueron confeccionando a la medida de su voraz apetito.

 

Luego de la confrontación de Alejandro Moreno con Miguel Osorio, Omar Fayad, Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila y, recientemente, el descontento de Dulce María Sauri, Francisco Labastida, Manlio Fabio Beltrones y Pedro Joaquín Coldwell, el dirigente nacional buscó en todo momento la posibilidad de perpetuarse en el PRI, aun sabiendo que su partido ya no tiene fuerza política ni siquiera para competir decorosamente.

 

Todo ha sido voraz e insaciable, succionan todo lo que tienen a su paso, es decir, el partido tiene nombre y apellido de una familia política llamada Moreno-Viggiano. Ya nadie les cree que son un partido de puertas abiertas cuando a muchos se las cerraron, no pueden decir que son un partido que reconoce a su militancia como la fuerza prioritaria cuando en realidad son los últimos en ser tomados en cuenta y eso ha sido ampliamente notorio en las urnas.

 

Pero si algo debe pesarles en este momento y debe tenerlos incómodos, es que la expresión de los ahora expriistas hoy recobra más fuerza que nunca y el tiempo les otorgó la razón. Siempre expresaron que la dirigencia nacional nunca cumple sus acuerdos, usan la mentira como un patrón de comportamiento, para después mostrar el cobre y no cumplir su palabra. Y es que a medio mundo le ofrecieron candidaturas por todos lados, pero la realidad es que sólo ellos se agandallaron los pocos espacios.

 

Sin embargo, muy poco se ha hablado de la relación política entre la hidalguense Alma Carolina y Alejandro Moreno. Porque parece que a estas alturas está desgastada y únicamente se sobrellevan, porque es natural que después de tantos años juntos se cree una especie de maridaje político tóxico y que por mutua conveniencia son necesarias sus alianzas, aunque ya no hay punto de coincidencia.

 

Desde la campaña de Viggiano para la gubernatura, Alejandro Moreno tuvo expresiones despectivas en contra de la secretaria general y en más de una ocasión refirió que perdería la elección desde antes de las votaciones. Alito tiene labia, pero también muchos rencores que tarde que temprano habrán de cobrarle factura.

 

En la más reciente conferencia de prensa arremetió con bravuconería en contra de liderazgos priistas: “a partir de ahora los vamos a poner en su lugar y les vamos a contestar y los vamos a exhibir, con firmeza y con claridad”. Así de desesperado se escucha el exgobernador de Campeche, y es que sobre su espalda pesa la debacle de su partido y la debacle de su dignidad por la forma en que pretende perpetuarse en el PRI.

 

En Hidalgo, ni Francisco Olvera ni José Antonio Rojo, tampoco la expresidenta del PRI Geraldina García, están de acuerdo con la reelección. Es más, seguramente ni siquiera Carolina ni Marco Mendoza, así como tampoco miles de simpatizantes, pero es lo que se tienen que tragar por seguirle el juego a un usurero mentiroso.

 

EL CONSPIRADOR


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