Javier Pliego Cires
Es difícil imaginar que dentro de muy poco tiempo podríamos sufrir cortes de energía o un racionamiento energético en Europa. El fantasma de que el viejo continente se quede sin gas ruso cada vez está más cerca. Esto no quiere decir que nos quedemos sin gas; la consecuencia más directa es un deterioro de la economía en su conjunto, ya que todos los bienes y servicios dependen estrechamente del costo de la energía, que a su vez se traduce en un incremento en los precios del transporte y eventualmente en todos los productos.
La guerra entre Rusia y Ucrania demostró la alta dependencia que Europa tiene de los hidrocarburos rusos. El problema de esta dependencia es que ralentiza la recuperación económica que tanta falta hace después del paro que hubo con la pandemia de covid-19.
La energía de Europa, o más bien, la energía que utiliza la gran mayoría de los países europeos para mantener sus casas calientes, sus fábricas trabajando y a la economía en movimiento, proviene del gas importado de Rusia. Este gas es transportado, principalmente, a través de dos gasoductos hasta Alemania: el Nord Stream 1 (NS1), en operación desde hace varios años, y el Nord Stream 2 (NS2), terminado en 2021 y en espera de los permisos de operación.
Estos gasoductos cruzan el mar Báltico desde Rusia hasta Alemania. Cada tendido consta de dos tubos de 1,22 metros de diámetro y 1224 kilómetros de longitud. Cada par de tubos puede transportar hasta 55 mil millones de metros cúbicos anualmente.
Cuando, en marzo de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin decidió, unilateralmente, invadir Ucrania, una de las medidas que implementó la Unión Europea para sancionar esa acción fue bloquear económicamente a Rusia, con acciones como congelar sus fondos en bancos europeos, prohibir el comercio con este gigante y la prohibición de importar carbón y petróleo, y no autorizar el paso de gas a través del NS2.
Este estrangulamiento económico provocó que Rusia decidiera que los pagos del gas que Europa importa de Rusia, los exija en su moneda local: rublos. Como esto no estaba pactado, la Unión Europea se negó y fue ahí cuando Rusia puso sobre la mesa el fantasma de ya no venderle gas a Europa. Esta medida ya se empezó a ver con los cortes a Bulgaria y Polonia.
En una economía que está acostumbrada a consumir energía a un precio accesible y sin límite, es impensable hacer un uso más racional de la misma. Pero así es. La falta de gas en Europa nos obliga a importar energía de otros países y de lugares más lejanos, lo que conlleva inevitablemente a un mayor costo de la energía.
Esta energía se puede importar desde África o Estados Unidos. Actualmente Alemania está reactivando las plantas que usan carbón para producir energía como una manera de ahorrar gas para el invierno, medida que estaba autorizada solo en casos de emergencia extrema.
El consumo de energía en lugares más alejados provoca que ésta suba de precio y como un efecto cascada las gasolinas y los transportes aumentan su precio. Esto a su vez provoca que todos los precios de los productos se vean incrementados y se genera inflación en la zona Euro.
Independencia energética de Rusia, la meta
Ahora se plantean muchas estrategias para acelerar la independencia energética de Rusia, las cuales pasan por agilizar todos los planes de instalaciones de energía renovable que estaban detenidas temporalmente por temas burocráticos, incluso se ha planteado la posibilidad de volver a poner en marcha los reactores nucleares que estaban en proceso de desmantelamiento o “apagados” para volver a generar la energía que Europa necesita.
Otra estrategia que se explora es ajustar la demanda de gas en un 15% durante los próximos 10 meses y así no agotar las reservas. Esto quiere decir un invierno más frío que de costumbre, bajando el termostato en invierno; se ha planteado que los edificios públicos en Francia tengan una temperatura en el verano de 25 grados y en invierno de 19 grados.
Para España el ajuste solo será de 7% de su consumo, ya que la dependencia del gas ruso es menor. Pero ya se empiezan a tomar algunas medidas, como que la calefacción no podrá ser mayor de 19 grados y el aire acondicionado inferior de 27 grados. También se pretende que los comercios apaguen las luces de los escaparates a las 10 de la noche y que todas las tiendas tengan puertas automáticas para detener el aire acondicionado y que no salga a la calle libremente.
RePowerEU, al rescate
RePowerEU* es un programa de la Unión Europea para acelerar la desconexión y evitar la dependencia de la energía rusa. Dentro de los objetivos de este programa está acelerar todas las políticas y medidas tomadas desde el año pasado para lograr bajar las emisiones de gases de efecto invernadero en un -55% para el 2030 y ser carbono neutrales para el año 2050.
Como primer paso se propone el ahorro energético. Esta sería la forma más barata y sencilla de hacer frente a la crisis energética. Se está animando a los estados miembros a bajar los impuestos a la energía, pues en España el IVA en la factura de la luz ya es del 5%.
El segundo paso consiste en la diversificación de las fuentes de energía. Es decir, para no depender solo del gas ruso, se plantea el importar GNL e hidrógeno desarrollando un plan de compra conjunta para abaratar los costos. Esta es una política similar a la que se tomó con las vacunas del covid-19.
Asimismo, se contempla acelerar la instalación de energías renovables, como son la fotovoltáica y la eólica. Este punto significa duplicar la capacidad solar fotovoltáica de aquí a 2025, instalar 600 GW de aquí a 2030 y la obligación legal de instalar paneles solares en toda construcción nueva.
Será necesario, también, reducir la burocracia para la instalación de grandes parques de energías renovables. De igual manera, se propone la reducción del consumo de combustibles fósiles en la industria y el transporte y se propone la transformación de la industria, por el uso del hidrógeno verde.
Para apoyar el Plan REPowerEU la comisión ya destinó 225 mil millones de euros en préstamos para que los gobiernos empiecen a reducir su dependencia de energías fósiles y acelerar la transición energética.
Esta situación puede derivar en una recesión que ya se está viviendo en Europa con altas inflaciones. En estos momentos la inflación de Europa ronda el 10%, son valores que no se veían desde hace 15 años, en algunos países.
La pregunta que nos acabaremos haciendo no es si vamos a poder prender la calefacción en invierno, sino si vamos a ser capaces de pagarla.
¿Y ahora qué hacemos?
Existe una serie de acciones que podemos llevar a cabo para que el impacto en el bolsillo del consumidor medio no sea tan grave. Las primeras acciones consisten en usar los ventiladores y no tanto el aire acondicionado en los meses de más calor.
En caso de existir la posibilidad de instalar paneles solares fotovoltáicos o de ACS, es el mejor momento. Todos los países de la UE están otorgando subvenciones y ayudas para la instalación de estos equipos. Por ejemplo, si se vive en un piso, se puede recurrir a los sistemas de aerotermia para generar el ACS y calefacción. Estos sistemas tienen una eficacia energética del 75%, lo cual quiere decir que por cada kW de energía consumida son capaces de generar hasta 4kW de energía.
No existe una única solución para un problema que es más complejo de lo que se plantea. Para llegar a una solución real y duradera, Europa deberá ser menos dependiente de fuentes externas de energía y ser más autosuficiente de su energía. La instalación de paneles fotovoltáicos o de parques eólicos no es la única solución, pero definitivamente hay que hacerlo.
Tarea de todos
Cada ciudadano deberá poder incrementar su ratio de producción de energía. Las grandes fábricas deberán ser capaces de producir su propia energía. Sabemos que es más barato comprar gas, pero ante el problema que se nos avecina tendremos que ser capaces de transformar el uso que se le daba a la energía por parte de la industria.
El mejor momento para que se empiecen a implementar todos los programas de transformación energética es ahora. Tenemos la posibilidad de alcanzar de una forma realista los objetivos planteados para el año 2050 para descarbonizar Europa y alejarnos de la dependencia energética que se tiene con Rusia, la cual utiliza como arma política.
SOBRE EL AUTOR
Javier Pliego Cires
Nacido en Ciudad de México el 8 de septiembre de 1972, es ingeniero industrial por la Universidad Iberoamericana campus Santa Fe y MBA con Marketing por el ESIC (Madrid).
Es socio fundador de Jugos Bri, S.A. de C.V.; socio fundador de Sivending SAPI de C.V., y actualmente se desempeña como consejero independiente en Diveco SAS.