Es el anochecer de un día pesado y, quizá, deberíamos estar durmiendo como un tronco, o al menos en el caso de los partidos, ellos han estado trabajando como perros. El seis de junio se nos ha escurrido como agua entre las manos, y para cuando el reloj comienza a pasar de las seis de la tarde, todas las miradas comienzan a fijarse en una sola cosa en común: los resultados preliminares.
Atrás quedaron las huellas de personas haciendo fila para entrar a sus respectivas casillas con la intención de expresar su acuerdo o desacuerdo al actual sistema político que impera en el país, o los políticos hablando de unidad y de participación. Ahora lo que persiste en el aire es esa división absurda entre los buenos y los malos, los honestos y los corruptos, el pueblo sabio y los perversos fifís.
Y mientras el PREP comienza a dar sus primeros números, como para dar emoción al final de la jornada electoral, igualito que en las telenovelas en domingo, en el PRI ya comienzan a armarse con una fiesta en su propia casa, emulando aquellas celebraciones de la escuela primaria, con comida mexicana, globos, algodón de azúcar y música, mucha música.
La cita que pusieron fue a las 7:30 de la tarde, justo cuando el PREP se supone debería dar un poco de información y, quien sabe, echar la casa por la ventana con un poco de batucada y los banderines girando sin parar, haciendo un desfile triunfal desde el patio central del edificio hasta la zona del estacionamiento, donde la gran fiesta daría comienzo. ¿Hasta el amanecer? Solo ellos saben.
En los balcones dentro de la fortaleza priista aparecen jóvenes, mujeres y hombres, apostados en las orillas con banderas en mano, expectantes al momento de soltar las campanas al vuelo; en las pantallas, la efigie de Julio Valera como su líder indiscutible, gritando a todas luces que van a ganar, cual si fuera el Tuca Ferretti en pleno partido de futbol; y en las mamparas la palabras que ansían tanto gritar: “ganamos”.
Los tamborileros comienzan a afinar sus muñecas, golpeando sus membranas con cierto ritmo pareciera la porra de los Diablos Rojos: “yo si le voy, le voy al Toluca”, primero al mismo tiempo, y después al estilo llamada y respuesta; el resto de los militantes se pasean a lo largo y ancho del recinto, mientras que algunos otros más comienzan a pasar charolas llenas de comida a los compañeros de los medios, total, mientras comienza la función.
El reloj LED en el extremo poniente del edificio da cuenta del paso del tiempo, sin que nadie pueda hacer nada al respecto: primero las 7:50, luego las 7:59, después las 8:20… Los tamborileros abandonan el toqueteo constante de sus instrumentos, las banderas desaparecen de los balcones, y solo la voz de Valera en las bocinas insistiendo que “vamos a ganar” resonando en las paredes del patio, como si fuera la única persona que mantiene el espíritu competitivo. Vamos, el único que aún tiene ganas de celebrar.
Y de pronto pasa lo que nadie se imaginó: cambian la voz insistente, aguerrida de Julio Valera por boleros en voz de Luis Miguel, y la fiesta pasó en modo standby, como si de repente decidieran guardar un poco las energías; ya vendrán tiempos mejores, como por así decirlo.
Aquel reloj de luces rojas brillantes sigue su marcha en medio de una quietud casi aburrida. Es increíble la forma en que la gente vestida de rojo pasara de un modo festivo a una pasividad inquietante, y los señores reporteros, para quitarse un poco el cansancio que provocó la jornada electoral, deciden desquitar su pesadez con el café y las chalupas del banquete.
En medio de esta tibieza, alguien se le ocurre seguir de cerca los resultados que está lanzando el PREP, y vaya que el resultado no era el que se había pronosticado en medio de las charlas políticas después de las conferencias: la maquinaria de Morena, con una pequeña ayuda de sus amigos, estaba cubriendo de guinda lo que antes era rojo. Ahora entendemos muchas cosas.
Al igual que en las fiestas adolescentes, cuando queda muy poco alcohol y el baile deja estragos en los cuerpos, la fortaleza priista pasaba por este mismo proceso, con la música del Sol de México como soundtrack, con cansancio en los ojos y unas ganas terribles de irse a casa, olvidarse del asunto por un momento, al menos hasta mañana; otros miraban divertidos como el distrito federal de Huejutla cambiaba intermitentemente del guinda al rojo y así sucesivamente.
Las 21:26, justo cuando los demás comenzaban a discutir si el Tata Martino no debió sacar al Tecatito Corona del campo, la batucada volvió a reactivarse, esta vez acompañados de matracas, dando la bienvenida a la comitiva comandada por Julio Valera, Benjamín Rico Moreno, Citlali Jaramillo y el resto de sus séquitos, mientras arribaban desde la puerta principal hacia el escenario. La fiesta tricolor volvió a reiniciarse, ¿cierto?
La primera noticia que da a conocer el líder priista: “estamos recuperando terreno”. Pausa de batucadas. Dice estar agradecido con la militancia y la ciudadanía que acudió a votar por haberlos favorecido, pues vaticina que, de la forma en que ganaron municipios en el 2020, ahora lo harán de la misma manera en el Congreso hidalguense y el federal este 2021. Otra pausa.
¿Qué pasa con la guerra entre clases sociales y como le harán para hacerle frente? Primera pregunta. El tono de Valera cambia un poco, esta vez para expresar que la coalición Va Por México contiene una propuesta en la que hay cabida para todas y todos, que se impulsará desde el Congreso. Pero lo importante es que el PRI recuperó terreno. Nueva pausa.
¿Qué distritos están recuperando?, otro llega a preguntar; un confianzudo Julio da la primicia: nueve locales y cuatro federales. Pausa musical. ¿Y para Acaxochitlán e Ixmiquilpan? Respuesta simple: en ambos hay claros indicios que el tricolor va a la cabeza, pero de forma puntual, en el lugar donde abunda la flor de caña. Esta vez la batucada no sonó.
Queremos que nos amplíen en que distritos están avanzando, es la petición popular; Valera quizás no sepa lo que está ocurriendo afuera –o quizás sí-, pero toma un poco de mesura y afirma que en Tulancingo, Huejutla y Tepeapulco se tiene amplio favoritismo, pero que mejor lo vemos mañana, cuando haya más certeza. Pero hoy el PRI está avanzando para tener mayoría. Guiño, guiño.
Perdón, ¿nombré Pachuca? ¡Pachuca vamos ganando!, grita Julio como queriendo que las batucadas respondan a su noticia, y así fue. Y señala a Benjamín como claro vencedor.
Los medios vuelven a insistir con el tema de los distritos, pero Julio solo responde que se esperarán a que el PREP de resultados más certeros, como para comprobar sus teorías. Pero eso ahora no importa, ¿no? Hoy es día de fiesta y el PRI está recuperando terreno. Batucadas finales, las manos al aire con los candidatos y la fiesta termina en punto de las 21:37. Buenas noches y buena suerte.
Atrás quedó la parafernalia con la que el PRI terminó campañas, con las caras sonrientes, con las esperanzas de volver a ocupar terreno político como en los viejos tiempos. Ahora se enfrentaban a una incertidumbre de ver que de 18 distritos locales, solo cuatro son para ellos: Huichapan, Metepec, Actopan y Pachuca Oriente. Sí, igual que en el muro de Berlín.
Y sin embargo, quien debería estar celebrando el momento, simplemente quiso guardar el confeti por hoy. Morena y sus aliados alcanzaron la no despreciable cantidad de 14 distritos locales y los 7 federales, según el PREP. Y por mucho que parece que la ola guinda sigue haciendo efectos en Hidalgo, habremos de recordar que su número de la suerte era 17. Y esto es solo el comienzo.