El ascenso de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de México estuvo marcado por la serie de fraudes electorales cortesía de la estructura de poder de los gobiernos priistas, e inclusive de las campañas de propaganda panista que advertían que el comunismo estaba próximo a avasallar a la nación.
La guerra sucia que recibió López Obrador durante más de una década por parte de los sectores de la burguesía nativa y sus expresiones partidistas fue un golpeteo político a izquierda mexicana que había encumbrado el Frente Cardenista, el cual vivió el fraude electoral en el ascenso de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia en México; sin embargo, la izquierda partidista había dejado su huella política y comenzó a perfilar una distinta estructura social.
Cuauhtémoc Cárdenas rompió con el PRI del mismo modo en que lo hicieron políticos de peso como Porfirio Muñoz Ledo y el mismo López Obrador. Fue Cárdenas quien ganó las elecciones y gobernó el entonces Distrito Federal, logrando el ascenso de un proyecto político de alternancia que posteriormente afianzaron distintos miembros de la izquierda en la capital del país, incluido el hoy presidente.
Este escenario político evidenció la crisis que vivía la derecha en México, la cual demeritó el poder de convocatoria de la izquierda y la degradación del modelo político conservador, conjunción de factores que a la postre derribó las viejas estructuras políticas y permitió que López Obrador ganara las elecciones presidenciales de 2018.
En la campaña de aquél año hubo distintos llamados velados de los sectores de élite y sus fuerzas partidistas a propiciar un golpe de Estado anticipando el ascenso de López Obrador, que inclusive trascendieron en la creación de escenarios de devastación social si el “peje” tomaba el poder, pero nada de esta subversión conservadora dio resultado.
El Ejército mexicano se ha mantenido constitucionalista y respetuoso del poder civil, pero frente a la subversión conservadora y la campaña de descrédito del gobierno de izquierda en una guerra sucia sin precedentes, López Obrador, con instrumentos jurídicos y constitucionales, le dio un papel creciente en tareas de orden público.
El empresario Carlos Slim, portavoz de los temores de la derecha mexicana, ha impugnado -como lo ha hecho también el empresario Claudio X. González- el creciente rol del Ejército en el gobierno, pero sus palabras son la queja contra una gestión sobria que, frente a las cuestionables acciones de las élites económicas y políticas que gobernaron México, ha dado respuesta a la violencia que heredaron los mandatos de Calderón y Peña Nieto.
Por ello, definitivamente el rol del Ejército en el gobierno de López Obrador es de defensa ciudadana, no de deliberación política.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
