Sin fecha ni límites de salubridad, la pandemia posterga de manera inenarrable el sufrimiento social para la mayoría de las personas en el planeta; quedan las estelas de muerte que día con día juegan a la lotería de la infección, mientras el premio mayor no tiene epitafio, se dispone en el sigilo de los cementerios, sin mayores despedidas y con la dureza del mutismo social.
LOS RICOS BURLAN A LA MUERTE
En el quiebre social dos realidades se revelan: por una parte están los ricos, aquellos que viven, como siempre lo han hecho, en moradas de lujo donde el tiempo y la realidad no se mezclan con lo mundano, en zonas aisladas, bajo control policiaco y de amplia restricción; para ellos la vida no cambia en lo sustantivo, tienen los recursos para resistir por años cualquier coyuntura que los ponga en riesgo; siguen jugando golf y tomando champaña, asisten a reuniones sociales y centros de recreo y deportivos, burlan a la muerte y se burlan de la realidad común y, por ende, de los desposeídos.
LOS POBRES MUEREN POR LA PANDEMIA: POR EL VIRUS O POR HAMBRE
En el otro hemisferio social están los pobres, trabajadores subalternos que han hecho históricamente posible la riqueza de los sectores ricos; ellos, los pobres, mueren por la pandemia, ya sea por el virus o por hambre, de todos modos no cuentan, sólo son material de discursos políticos e ideas raras de sociedades indolentes, aquellas que no miran ni conocen la realidad de los de abajo, pero que saben que existen.
Los pobres deambulan por las calles en busca del sustento, algunos trabajan en las fábricas, otros han sido despedidos y recolectan o realizan algún servicio, otros son trabajadores rurales y del campo, se enclaustran en la miseria de siempre; para ellos el virus agrava la situación, pero no la altera en lo sustantivo porque la miseria impuesta los castiga y persigue.
ARRIBA EL CAPITAL, ABAJO EL TRABAJADOR
El Estado y su protección a las élites ha hecho la cirugía en la pandemia: protege al gran capital y castiga al trabajador, no habla del desempleo y otorga paliativos y créditos de hambre, no perdona las deudas habitacionales ni otorga pensiones humanitarias para los que no trabajaron en un empleo fijo; la realidad se vuelve herida y espada que atraviesa a la razón, los pobres son cifras y se les arriesga lo mismo en los trabajos de las grandes ciudades que del campo, de todos modos mueren y son prescindibles para los grupos de poder porque saben que existe una cadena infinita de manos que levantarán el trabajo para ellos.
El extremo de la razón lo ocupa la decepción psíquica frente a la muerte, los pobres sólo tienen la vida como patrimonio y ahora ni siquiera eso; el virus del imperio y los intereses del mercado los está asesinando, pero detrás del virus están los culpables: imperios, empresas, capital financiero y la gran banca, ellos saben que crearon el virus y su propósito, saben adónde va la muerte y por qué se desató, ya han previsto los estragos económicos y cómo recomponer el mapa geopolítico, lo saben y lo esconden.
EL INICIO DEL ARMAGEDÓN
Pronto observaremos sociedades en quiebra, pero se trata de los que deben quebrar: trabajadores y mercaderes de poca monta, aquellos que será absorbidos por los grandes corporativos a los que el Estado les sirve. Ahora sólo queda la muerte para los pobres, ahora inicia el Armagedón.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.