¡Amigos, qué gusto saludarlos un domingo más! Espero que sus cuerpos crudos y llenos de pecado estén curándose con una buena birria, una pancita (soy fan de la pancita y si se puede peluda, mejor), o al menos un caldo de camarón de esos que pican con coraje.
Les cuento con emoción en los ojos que he recibido muchos mensajes, consejos muy sabios, una que otra queja puritana y, por supuesto, confesiones que se quedarán solamente en mi memoria (mi memoria caché, obviamente). Les agradezco enormemente que hagan de este provinciano un confidente y aliado en todos esos temas que siempre son difíciles de tocar, pero bien agradables para debatir en las fiestas (y más si existe mezcal de por medio).
Muchos mensajes que he recibido han sido preguntándome acerca de mi salida del clóset (sí: soy gay y muy orgulloso), y les puedo compartir con gran alegría que este año se cumplen 11 que abandoné ese enorme ropero para poder vivir mi vida de una manera menos atada y más libre.
La mayoría de los lectores me piden consejos sobre cuándo hacerlo, cómo hacerlo y con quién hacerlo. Me gustaría compartirles mi forma de pensar acerca de estas tres variantes sobre salir del clóset.
¿CUÁNDO HACERLO?
Si una frase ha marcado mi telenovelesca vida es la siguiente: “No midas tu tiempo con relojes ajenos”. Si bien esta lección de vida llegó a mí en una reunión donde me encontraba bailando mi canción favorita para enfiestarme (“Desvelado”, del buen Bobby Pulido), y seguramente con varias cervezas en mi sacrosanto cuerpo (amo la Tecate light, por si alguien me quiere sorprender con un cartón platicador), mi subconsciente registró estas sabias palabras que hoy son mi filosofía para vivir.
A lo largo de los años, la sociedad nos ha mostrado que su principal preocupación es uniformarnos en todo sentido para que nadie sobresalga o escape de los cánones establecidos; debemos tener una chamba, debemos casarnos, debemos tener hijos, debemos ser exitosos a los 30, debemos comprar una casa y debemos plantar un árbol. Lamentablemente, esto ha hecho que la felicidad se convierta en una escala de medición y comparación que sólo termina en hacernos sentir mal (y feos, si vemos muchos comerciales de gente bonita y siendo feliz). Lo mismo sucede con la comunidad gay, hay tanta presión por salir del clóset y hacerlo público que muchas veces ni siquiera estamos preparados nosotros mismos cuando ya hasta la madrina lo supo.
En mi muy particular caso, lo hice en un momento donde ya estaba afectando mi relación familiar, la comunicación con mis papás y hermanos, mi estabilidad emocional y mi vida social en general. No digo que esto sea en todos los casos, pero si están abiertos a recibir consejos de esta alma pecadora y cumbianchera, les podría decir que si en algún punto ustedes se aceptan completamente como hombres o mujeres homosexuales, háganlo porque quieren mejorar su vida y ser libres por completo. Si de alguna manera creen que pueden aplazarlo, también estarán en lo correcto. Las cosas suceden cuando deben suceder, no antes ni después. No apresuremos pasos que puedan hacer que el pastel se hornee a medias. Esperemos el tiempo correcto y disfrutemos un pan bien cocinado que haya pasado a fuego lento por el horno de nuestras vidas.
¿CÓMO HACERLO?
Cualquier cosa que les aconseje les va a valer tres kilos de camote porque (como diría mi santa madre) siempre terminan haciendo lo que quieren. Mi caso fue algo peculiar: desde siempre me gusta escribir, así que a mis tiernos 21 años fui redactando un correo que terminó siendo de 3 hojas, le fui quitando y poniendo cosas hasta que me pareció correcto. Una noche de fiesta donde ingerí más de lo permitido (obviamente con la anuencia del “manual sobre cómo beber”, escrito por Pepe Esponja, AKA José José), llegué a mi cuarto y en ese estado (Puebla) le di “enviar” al correo/confesión a mis mejores amigos, mis papás y mis hermanos. Sobra decir que de todos recibí la reacción que esperaba (o quizá no esperaba), al mostrarse empáticos, respetuosos pero sobre todo cariñosos conmigo. Todo aquel que se entera por primera vez de algo así, debe pasar por el mismo proceso que uno mismo llevó hasta aceptarse a sí mismo, así que seamos pacientes y sepamos que todos tienen tiempos distintos.
Tengo claro que en esta vida el cómo lo digas sí cambia la percepción de las personas. Es mucho mejor hacerlo de manera convencida y con la frente en alto, que llegar y decirlo con miedo y temores; de esta forma las personas solamente sentirán tristeza por ti, en lugar de sentirse orgullosos. Si deciden hacerlo (de la manera que ustedes decidan), háganlo conscientes de que será un paso para estar mejor, porque es cierto: la verdad nos hará libres.
¿CON QUIÉN HACERLO?
Sobra decir que no debemos nunca dar perlas a los cerdos (me molesta mucho esta frase, pero creo que acota bastante bien el mensaje que quiero dar a entender), esto quiere decir que nunca otorguemos información personal o que nos pueda poner en una situación vulnerable a personas que no la van a valorar de esta forma. Sepamos que el abrir nuestro corazón con las personas correctas nos hará formar lazos que nunca se romperán y, por el contrario, abrirnos con la gente incorrecta sólo les dará el poder de perjudicarnos cuando quieran hacerlo. Seamos cautos pero dando pasos en firme. La vida se pasa muy rápido para desperdiciarla haciendo cosas que no nos hacen felices.
Si algo tengo claro en esta vida es que debemos ser el cambio que queremos ver en nuestra sociedad. El mundo es tan pequeño que seguramente tienes un primo, hermano, hermana, conocido, exnovio (caso real), sobrino o incluso tu mejor amigo que hoy podría tener miedo de decirte que es gay o lesbiana. Tratemos de ponernos siempre en los zapatos ajenos y tratemos siempre a los demás como quisiéramos que nos trataran. A todos mis lectores que puedan tener tendencias homofóbicas me gustaría dejarles una bonita reflexión: “ten cuidado con alguien que odias, podría ser alguien que amas”.
Les dejo unos cuantos datos relevantes que podrían darle un toque jocoso a su siguiente debate sobre la homosexualidad (espero que lo hagan en total sobriedad; de no ser así, mándenme inbox por favor, tengo agenda libre).
– En 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana declaró que la homosexualidad no debía considerarse una enfermedad mental.
– Ningún estudio científico ha comprobado de manera concluyente qué es lo que causa la homosexualidad, heterosexualidad o bisexualidad.
– Los científicos afirman que aproximadamente el 10% de la población en el mundo tiene orientación homosexual (seguramente alguien más cerca de ti de lo que piensas).
– Los suicidios de homosexuales son más comunes en culturas políticamente conservadoras.
– La mayoría de la comunidad LGTB (incluido este provinciano coqueto) desaconsejan el uso del término “preferencia sexual”, pues considera que la sexualidad no es el resultado de una decisión consciente.
Nos seguimos leyendo, espero sus amables comentarios, quejas, consejos e invitaciones por cervezas que ya mi cuerpo exige.
¡Bonita semana!
Por: Iván Peralta Ramos
Arquitecto / Digital Piscis. Nacido en 1986, en el bello principado de Tehuacán, Puebla. Siempre ha sido partidario de escribir todo lo que piensa. Fanático del Tenis, de Novak Djokovic y de las películas de Tarantino; cree fervientemente en el amor y en la media naranja. Postrero de corazón, son los chongos zamoranos su primera elección. Viviendo en la CDMX desde 2009, ha aprendido a vivir a la mala en la jungla de concreto. Fiestero pero hogareño, extrovertido pero callado, tragón pero con poco dinero, observador pero con astigmatismo y un montón de oximorones más. Fan de clóset de la salsa y las cumbias. Un buen conversador, con aptitudes para escuchar y dar buenos consejos, pero el total erróneo para seguirlos.