Todavía está en la memoria colectiva de los ciudadanos cuando Pachuca fue secuestrada por los pseudoestudiantes de la entonces FEUH, que hicieron del porrismo un instrumento de terror bajo el amparo y complacencia de las estructuras gubernamentales, que le otorgaron inmunidad a la Sosa Nostra, cuya impunidad le permitió implantar una dictadura educativa que se convirtió en negocio privado con fachada pública.
En aquellos años los gobiernos del PRI dieron el espaldarazo al porrismo, que inclusive llegó a nutrir las filas de sus cuadros dirigentes creando una falange proclive a la delincuencia, que se añadió a las prácticas caciquiles que habían caracterizado al partido tricolor en Hidalgo; entonces el priismo porril universitario comenzó a ascender, al grado que el Congreso local se nutrió, como lo hace ahora, de la falange del Grupo Universidad que infiltra a la bancada de Morena, como lo ha hecho con diferentes partidos para fortalecer su poder político en el estado.
El escenario fue idóneo para el crecimiento del PRI Hidalgo como bastión político, pues no sólo controlaba a los sectores campesinos (CNC), obreros (CTM) y populares (CNOP), sino también al universitario (UAEH), cuestión que explica el grado de operatividad política y la mordaza social que llegó a construir en la analogía de cooptación de que si eres obrero perteneces al PRI, si eres campesino eres del PRI, si eres ciudadano estás con el PRI y si eres estudiante eres un porro del PRI.
Sin embargo, en el entretelón del ascenso de López Obrador, el Grupo Universidad -que lo mismo había apoyado al PRI, al PAN y a Movimiento Ciudadano- se percató de la fuerza que cobraba el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y comenzó a cambiar sus colores, inclusive en su papelería administrativa donde predominaba el color guinda, hasta el escudo de la garza aparecía con el fondo guinda; había llegado el momento de la migración de la garza aprovechando la erosión del sistema político nacional y en específico del bastión priista en Hidalgo.
Nunca antes algún sector de universitarios, profesores o burócratas-administrativos de la UAEH se le subió a las barbas al Grupo Universidad, que por medio de la falange FEUH/CEU reprimió y controló cualquier intento de disidencia por conciencia o por opresión que hubiese surgido al interior de la dictadura universitaria, hasta que los estudiantes paristas del Instituto de Artes, constituidos en el movimiento REBEL-ARTE, desbordaron los cauces del porrismo, que con el contrapeso del panóptico ciudadano y de la intervención de Santiago Nieto, gendarme custodio de la administración del gobernador Menchaca Salazar, le dieron un giro de 180 grados a la podredumbre histórica de la inmunidad porril.
La detención del porro agresor Oscar Andrés G.G., a cargo de la Unidad de Alto Impacto de la PGJEH, así como el amparo contra la orden de aprehensión del líder porril del CEU, Esteban Rodríguez Dávila, que ahora corre y se esconde pero antes criminalizó a los estudiantes paristas, presenta el mismo esquema de abrazos y no balazos de López Obrador a la mamá del Chapito Guzmán: “Te apapacho pero no paso por alto la ley y vas a la cárcel”; por lo que no se debe olvidar que en las agresiones a los estudiantes disidentes intervinieron trabajadores y mercenarios del Grupo Universidad que también deben ser aprehendidos.
Es evidente que el porrismo del Grupo Universidad no es inmune a la justicia en Hidalgo, en ello está la mano del control gubernamental de Santiago Nieto, que en el buen ánimo del gobernador Menchaca Salazar sigue la prescripción de la justicia del presidente López Obrador: “abrazos, no balazos”, aunque el abrazo proviene del largo brazo de la ley.