El desafío de la distribución del poder en el contexto político institucional en México está entrelazado con la alianza política partidista de Morena y los precarios contrapesos políticos de los partidos del antiguo régimen.
Los recientes encontronazos de financiamiento público del partido Nueva Alianza en Hidalgo con los partidos locales marca no sólo un problema de distorsión de proporcionalidad presupuestaria en el espectro de partidos, sino también los desencuentros inmediatos de la distribución del poder político que se encuentra en manos del gobierno morenista de Claudia Sheinbaum.
En este escenario, el contexto de cambio constitucional que vive el país ha creado desconcierto en las fuerzas políticas de la derecha que, por vez primera, van a la zaga del monopolio de los poderes públicos que ostentaron por décadas y que ahora son controlados por el proyecto político de la izquierda, que actúa con celeridad y pericia política para concretar una transformación de forma y fondo que no sólo trastoca al sistema político, sino también a la sociedad.
Esta atmósfera del monopolio de los poderes públicos que detenta Morena está siendo impugnada por la derecha por dos vectores básicos del empoderamiento público:
I. La legalidad y legitimidad
Las fuerzas políticas de la oposición no admiten que la legalidad imperante se haya convertido en un monopolio político legal en la detentación de los poderes públicos. Esta cuestión no apela a la memoria histórica necesaria donde el PRIAN hizo lo que quiso por décadas con el control de la trilogía de Poderes. La legitimidad es la cereza del pastel. En el gobierno, Morena ha cobrado un peso específico en legitimidad y credibilidad pública en la percepción individual y colectiva de las mayorías ciudadanas, por lo que sus acciones incrementan el capital político de origen a pasos agigantados.
II. La nueva matriz sociopolítica
Hasta ahora, las fuerzas del antiguo régimen se resisten a entender que no sólo ha cambiado el sistema político, sino también la matriz sociopolítica. Entendamos por matriz sociopolítica a la hibridación entre la participación ciudadana en el dinamismo gubernamental con la toma de decisiones de la clase política imperante. Las Rutas de la Transformación del gobernador Julio Menchaca y las Faenas de la Transformación del alcalde Jorge Reyes ejemplifican ampliamente este fenómeno.
En este trazo de operatividad política que presenta el gobierno de Claudia Sheinbaum, develan las reticencias y resistencia de los factores políticos de un contexto de gobiernos autoritarios del antiguo régimen que crearon estructuras institucionales verticales que están siendo derribadas, y cuyos efectos en el juego de intereses públicos y privados ya han causado estragos en las añejas élites económicas y políticas de la nación.
Hasta ahora no existe una lectura política crítica de la derecha en México que pueda enderezar a su favor la arena política existente. A cada paso que da Claudia Sheinbaum se afianza su capital político, y las suspicacias sobre su carencia de carisma político y conducción de mando no sólo se disipan y esfuman, sino que causa temor en las fuerzas políticas de oposición que ven estrangulados sus espacios de injerencia, intervención y posible conducción política.
En Hidalgo contrasta la erosión en los liderazgos de los partidos del antiguo régimen. Su partidocracia se ha anquilosado y no es oponente serio por el control político en el sistema de partidos y, mucho menos, a nivel de la disputa de los poderes públicos. El hiperpresidencialismo en la figura de Claudia Sheinbaum ha sentado un precedente político de reestructuración del aparato de Estado y, ahora, se apresta al golpe final: la evolución política de la izquierda.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.