La humanidad transita por una era brutal donde la ley es una veleidad absurda en los países en los que no pesa la dignidad humana en la toma de decisiones y la política no se erige para construir una realidad social mejor, sino para someter y avasallar a toda costa.
La persecución a diestra y siniestra del crimen organizado que ha desatado el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha provocado un efecto de migración y exportación de la delincuencia, en su mayoría de células y pandillas que se han asentado en otros países y que, al igual que miles de migrantes en Centroamérica, intentan llegar a Estados Unidos, que no es únicamente la tierra del sueño americano para el trabajo honrado, sino también para el crimen organizado.
El “Modelo Bukele” se ha convertido en una aspiración de varias naciones de Latinoamérica, por ejemplo, Ecuador, que vive un desastre a nivel social; sin embargo, la estrategia de Estado carcelario es un sueño absurdo y presagia una descomposición mayor que las ventajas que cacarea, como el esplendor de la ley y la justicia, cuando en realidad es la podredumbre de la represión y brutalidad de Estado sin que, hasta ahora, se le pueda poner freno.
Lamentablemente, la represión -que no el control sobre la delincuencia organizada- se ha convertido en la fórmula a seguir, por lo que el paradigma del Estado punitivo ha sustituido a la inteligencia del Estado preventivo que respeta los derechos humanos.
De poco o nada ha servido la vigilancia de organismos internacionales de derechos humanos en El Salvador, donde predominan la tortura de la policía y las prácticas de terror en las cárceles y barrios, donde los derechos humanos son, prácticamente, letra muerta.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.