En innumerables espacios he insistido en que la democracia es un régimen político prostituible y utilitario y que en la paráfrasis de “gobierno del pueblo” se esconden los apetitos y juegos de interés de las élites del poder.
¿Cuándo la democracia ha sido el gobierno del pueblo?, ni en la metáfora posible de Grecia, jamás, jamás, jamás.
El análisis crítico de este régimen político, desde su fuerza vital en la modernidad, estriba en grandes conquistas sociales como la Revolución Francesa y la Independencia de Estados Unidos, donde se proyectó un orden sistémico regido a nivel jurídico-político por la estructura democrática. Pero en ambos casos el poder ciudadano, para no decir del ambiguo pueblo, se erosionó a una velocidad asquerosa y mutó al instrumento de clase de la burguesía y su sociología política del poder del Estado, creando un mito cabrón y culero en el Estado-Nación.
La paradoja es que dentro de la alienación, la demagogia y el gatopardismo, la ciudadanía cree que la democracia es la mejor forma de gobierno que existe y que no hay, prácticamente, la manera de crear otro régimen político, lo cual no es verdad.
En la penumbra, el capitalismo modernodescubrió en la democracia la mejor máscara para esconder los intereses de aquellos sectores sociales que explotan y se cagan en eso que llamamos pueblo, donde el pueblo no es la fuerza soberana de una nación, sino el ejército de trabajadores del campo o la ciudad que hace posible las grandes riquezas, mientras que ellos, el pueblo, viven en la miseria, con hambre y desposeídos de toda oportunidad digna de vida.
En la máscara de las élites, el Estado, mito de mierda que hace parecer que la Constitución y su estructura jurídica amparan a todos por igual, con un derecho igual pero nunca igualitario, se esconde la preservación de la riqueza de esos sectores que hambrean a los ciudadanos-pueblo, esos mismos que hacen posible su riqueza.
¿Qué hace posible que el pueblo no tome, en verdad, el poder? Son infinidad de factores, como la reproducción educativa, la ignorancia, el poder bélico del Estado en su fuerza militar y policiaca, la religión, la cultura y los mitos, fantasías y alienaciones que en el rechazo del enfrentamiento social crean, sin duda, una atmósfera de control que, por si fuera poco, se funda en un concepto de aparente fraternidad y hermandad como lo es nacionalismo.
¿Cuándo a través de la democracia se han extinguido el hambre, la miseria, la desigualdad social? ¿Cuándo los pobres en diferentes gobiernos democráticos de ficción política han dejado de ser pobres?
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.