El viernes pasado más de 19 mil personas se dieron cita en el estadio Hidalgo para presenciar la final de futbol de la Liga Mx Femenil. El hecho resulta importante por las implicaciones simbólicas y culturales detrás de un partido de futbol jugado por mujeres.
A cinco años del nacimiento de la liga de futbol femenil en nuestro país, los partidos de los equipos de mujeres han pasado de jugarse en las canchas de entrenamiento de los clubes a ser disputadas en los mismos estadios utilizados por la liga masculina. Hoy, el 72% de los clubes en México tiene academias para mujeres y, según datos de la FIFA, el 13% de los equipos de la liga femenil generan ingresos de más de un millón de dólares. A esto se suma el hecho de que México se encuentra entre los diez países con más entrada a los estadios para juegos disputados por mujeres.
¿Por qué este hecho resulta relevante para pensar nuestra cultura frente al deporte y el futbol? Históricamente, en todos los procesos y espacios asociados a este deporte, las prácticas machistas se han hecho presentes y han servido para socializar violencias y comportamientos que supremacía masculina.
El viernes pasado, en la final femenil Pachuca-Chivas, 19 mil personas, en su mayoría hombres, presenciaron un encuentro jugado por mujeres, a quienes no sexualizaron ni acosaron desde las tribunas, mujeres a quienes apoyaron y observaron con respeto, como si al tratarse de jugadoras, hubieran obtenido inmunidad frente a los típicos comportamientos de los aficionados en el mundo del futbol.
Lo anterior resulta magnífico porque así funciona la ideología, casi sin darnos cuenta de que ha transformado nuestro comportamiento y la manera en que vemos las cosas que antes resultaban imposibles. Ver mujeres jugando futbol y abarrotando estadios en el deporte más machista de nuestro país, mujeres aplaudidas, celebradas y respetadas por miles de hombres, es un hecho casi inaudito, pero digno de celebrarse porque, de a poco, algunas cosas están cambiando en nuestra cultura.