Han quedado sellados los pasos de la lucha democrática en México donde la configuración de un órgano electoral autónomo, sin tutelas de la Secretaría de Gobernación y en plena emancipación de la democracia, dieron paso a la conformación de una ingeniería electoral con presencia territorial desde la constitución de un árbitro garante de los procesos electorales.
La batalla que iniciara José Woldenberg, para encauzar como responsable de velar por un organismo arbitral de los procesos electorales en México desde el IFE, no ha estado exenta de actitudes a contraflujos e inconsistencias como las que experimentó en el INE con Lorenzo Córdova que, para la memoria histórica, trató a los representantes de los pueblos originarios como guturales, en una burla encarnizada que aún nos recuerda que quienes encauzan la democracia electoral y la palestra política no siempre tienen entereza moral.
Frente a los estragos que causó para la oposición del antiguo régimen los pasados comicios del 2 de junio, donde por cierto la actuación del INE y el IEEH fue impecable, no dejando dudas que el árbitro electoral jugó un papel decisivo en una elección donde la beligerancia de la oposición impugnó la actuación arbitral de la elección a título de posibles irregularidades en el manejo de casillas y boletas. Sin embargo, se han construido las estelas de una certidumbre que impele perfeccionar la estructura del árbitro garante y que, en términos de Claudia Sheinbaum, debe dar paso a organismos autónomos de mayor eficiencia.
En este trazo, el IEEH tampoco ha estado exento de presiones políticas como las vividas en el pasado proceso electoral del 2 de junio, donde la partidocracia local en Hidalgo cuestionó su eficiencia y capacidad en la organización de comicios, como las quejas presentadas por Marco Rico al Tribunal Electoral del Estado de Hidalgo (TEEH) por demoras del IEEH en la aprobación de candidatos e, inclusive, en instrumentos de que hicieran viable la difusión de las plataformas políticas como lo implicó la organización de debates que fueron escasos, fuera de tiempo y con escuetos escenarios, al grado que organismos como el Consejo Coordinador Empresarial y universidades organizaron eventos de difusión política de las plataformas de candidatas y candidatos. Este escenario mandó con ello un mensaje tácito a la impericia que mostraba el IEEH.
En este flujo de análisis, el INE tendrá que vivir una reestructuración acorde a las implicaciones que presenta la ingeniería electoral en un momento histórico de transformación política del país.
Una de las discusiones que está por emerger es que habrá una reforma electoral que, en definitiva, tendrá que contemplar la extinción del paraíso plurinominal y trazar con ello una nueva articulación para acceder a los escaños del Senado y de la Cámara de Diputados, tratando de brindar legitimidad y credibilidad al acceso al Poder Legislativo.
Una discusión no menor en la reestructuración que habrá de presentar el INE como producto de una era de reformas en el gobierno de Claudia Sheinbaum será, sin duda, la conformación de los brazos de los Organismos Públicos Locales Electorales (OPLES), por lo que estamos en un campo por construir dentro de la ingeniería electoral que permita mayor certidumbre en los procesos electorales en el acceso al poder público.
El IEEH experimentó en la pasada elección del 2 de junio en Hidalgo las turbulencias de un sistema político que está en franca redefinición. Se aproxima la metamorfosis de una reforma electoral que cambiará la faz de los OPLES y dará paso a un nuevo organismo electoral.