Hace unos días falleció el legendario Hank Aaron, a los 86 años de edad.
El pelotero, quien jugó en Grandes Ligas de 1954 a 1986, fue el primero que rompió el récord de 714 jonrones, impuesto por Babe Ruth. La hazaña resultó doblemente valiosa porque la hizo un pelotero de color, quien recibía ataques racistas de sectores que no querían que se rompiera la marca.
Algo parecido había ocurrido con la marca de 60 cuadrangulares en una temporada, que rompió Roger Maris, con 61. Los ataques fueron muchos, a pesar de que era un pelotero, blanco, de los Yankees.
El hecho de que Aaron jugara para un equipo sin muchos blasones, como los Bravos de Milwaukee, de Atlanta, desde 1966, que solamente ha ganado tres series mundiales, agiganta sus logros.
El nacido en Mobile, Alabama, el 5 de febrero de 1934, es el jugador con más carreras empujadas, con 2,297, y 1,477 extrabases. Fue tercero en hits, con 3,771, en 3,298 juegos disputados, y segundo en cuadrangulares, con 755 (solamente superado por Barry Bonds, 762), pero sus logros son opacados por el tema de los esteroides.
Hank Aaron formó parte del Juego de Estrellas 21 años consecutivos y ha sido miembro del Salón de la Fama desde 1982; veinte años después, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad.
Su muerte deja un vacío imposible de llenar.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.