Lo moderno sólo puede existir para sustituir lo que es añejo. Todo indica que lo moderno, a título de Hegel, es decir, que una era se juzga por las ideas que la hacen ser y no por su cronología, inicia con la libertad republicana, quizá parida un poco antes de la toma de La Bastilla en 1789 en la Francia de la guillotina y las cabezas de Luis XVI y la austriaca María Antonieta.
La libertad es la patria y viceversa, pero ¿qué clase de libertad marca la modernidad? Sin duda, la que deviene de la horizontalidad social, donde no existen estamentos ni seres privilegiados que estratifican a la sociedad desde los vínculos nobiliarios o desde el misticismo sacro de un Dios que escinde a la humanidad.
La libertad moderna es también liberal y capitalista, centrada en la igualdad de derechos y de propiedad, pero no de consumo; de competencia, pero no de intelecto; de violencia de Estado y de delincuencia organizada, pero no de amor y fraternidad; del mito y ficción de la democracia y la desesperanza ciudadana; de las redes sociales y las flatulencias absurdas del proceder superfluo; del Estado y política ficción a la persecución de la corrección política.
¿El extravío social de la modernidad? Por supuesto. El extravío social se ha creado en la modernidad porque sustituimos la docta ignorancia, la conciencia política y la lucha social por la cultura del abandono de la conciencia, donde preservar la comodidad religiosa es más importante que ser un revolucionario; donde ir a la universidad es la ocasión para mostrar nuestro outfit, pero jamás nuestro cerebro; donde la caridad a los pobres cicatriza nuestra puerilidad de la moda; donde la verdad se sustituye por la corrección política; donde el amor se vuelve condón.
Se acabaron los héroes obreros; murieron las costureras de Chicago; agoniza la memoria de Tlatelolco 68; los tanques rusos en Praga se vuelven unicornios; Pinochet es la idolatría de ciegos; Franco pisa la Madre Patria; Hitler balea a los negros en Nueva York; los campos de concentración nazis son parques silentes; el amor se muere en Tinder.
¿El extravío social de la modernidad? Por supuesto.
Consultoría política: [email protected]
Conferencias: [email protected]

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.