Desde el relato empírico incontrolable del poder que ha resultado para Marco Rico, líder de Morena Hidalgo, emerge la necesidad de evaluar la concentración del poder de los partidos políticos, máxime si se les considera hegemónicos.
En la disputa de los grupos de poder al interior de Morena Hidalgo surge la serie de interrogantes sobre si ¿son estructuras homogéneas de poder?, ¿hasta dónde llega la verticalidad del poder de sus cúpulas?, ¿qué tan válido es asumir que las decisiones las toman las cúpulas de poder? y ¿hasta qué punto es posible avasallar a la base militante?
Las respuestas a estas interrogantes son complejas en Hidalgo. Pero de facto se puede apreciar que, frente a las debilidades de los partidos de oposición, así como de Morena, nada está claro sobre el valor ciudadano que presenta el sistema de partidos como estructuras de conducción social, y habría que escudriñar y buscar, sobre a qué intereses y poderes responden.
En la narrativa política como lo hace Morlino “los partidos construyen la democracia”, visión estrecha que -a simple trayecto empírico de participación en una de estas estructuras de poder- queda al descubierto que esto es un mito y que genera mitos de todas clases, algunos como forma de dominio y otros como una condición ignorante en inercias de quienes los constituyen.
En Morena Hidalgo ha quedado al descubierto que la idea de partido es poco menos que un laberinto de intereses y pasiones, donde la hegemonía tiene poderes ocultos que, tras bambalinas, han mantenido en vilo no sólo a Marco Rico, sino a los cruces de fuerzas del gobierno de Julio Menchaca. Esta cuestión se debe a que la cúpula dirigente no logra hacer trascender un proyecto político que sea validado por sus estructuras; en los hechos es positivo preguntar si tiene un proyecto político.
Carecer de un proyecto político de partido es el punto de quiebre de las estructuras políticas y ciudadanas que abandera, porque esto no otorga fuerza orgánica ni rumbo de principios e ideología. Como diría Gramsci en el “Moderno Príncipe”, no se puede construir un bloque hegemónico.
La autocrítica, hasta ahora, no ha primado al respecto en Morena Hidalgo y, quizá, citando a Héctor Chávez, exlíder del PRD Hidalgo y aún diputado federal, “Morena debe entender que no es lo mismo pasar de un movimiento político a un partido político”, frase aleccionadora que cuestiona la consistencia y fragmentación por la que atraviesa el partido en el poder en Hidalgo.
Debe ser una impronta de profunda confusión para el gobierno de Julio Menchaca contar con un partido fragmentado y a merced del juego de los grupos de interés, en un momento donde la propia Claudia Sheinbaum en Hidalgo ha hecho constantes llamados a la unidad política.
La idea de partido en Morena Hidalgo es difusa y confusa, no se advierte un proyecto político. No estamos en presencia de un proyecto político de partido, no -al menos- en los términos y consonancia de las Rutas de la Transformación, que perfilen que el bastión morenista constituya la vanguardia política que requiere Julio Menchaca y el Plan Claudia.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
