Cuando se trata de describir el concepto de ciudadanía, el escenario se torna incierto, no porque el concepto ciudadanía-realidad política, como todas las categorías del Estado, se encuentre en evolución por la dinámica que establece la realidad social; sino porque el ejercicio de la ciudadanía se presenta distante de las tareas del quehacer público y en la construcción del proyecto-país.
La deconstrucción en contraejemplo del concepto de “ciudadano”, en relación a la Antigüedad Clásica, estriba en que los “polites” o ciudadanos, se integraban a las decisiones políticas, educativas, culturales y militares desde una conciencia social que no requería ser clamada por las estructuras del poder; era en todo caso el ejercicio de una realidad de la cual los ciudadanos eran juez y parte, constructores eternos.
En nuestros días, el ciudadano parece ser el nominativo de la herencia que llega a pesar de cualquier cosa para disfrute de derechos y ejercicio de obligaciones, pero no como un llamado de la conciencia social que se vuelve piel y sentido de la realidad; lo que implica que la construcción de la realidad es prácticamente la inercia de lo cotidiano, pero, en pocas ocasiones y contextos, la dirección o rumbo trazado por la sociedad pretende alcanzar un objetivo común en la construcción de la nación, lo que explica los abusos del poder, la corrupción, la delincuencia y el atraso social.
Replantear desde la ciudadanía la labor del ciudadano frente a la construcción de la realidad, hoy atraviesa por el rol que debe jugar el ciudadano, cómo entender su participación en la edificación del gobierno y su toma de decisiones en el ejercicio de gobierno y, cuál es la idea de país que tienen los ciudadanos y, lo más complejo: cómo construir desde el gobierno, como un todo social, el país que la ciudadanía quiere y requiere.
Sin ciudadano no hay papel de Estado, pero esta realidad ha resultado una lucha implacable entre la clase política y las élites del poder que, en oposición a la ciudadanía, han reducido históricamente el ejercicio de gobierno como una ínsula que, ajeno a los ciudadanos, ha creado la monstruosidad que hoy conocemos como Estado.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
