Definitivamente el ascenso de los fascistas está de moda. Lo mismo con lo ocurrido con Bolsonaro en Brasil, que con Milei en Argentina y -se me atrofia la garganta- con Trump en Estados Unidos.
El común denominador es el fascismo que teóricamente es un régimen político que impera cuando la burguesía no puede asumir sus tareas y se impone un régimen opresor, desde ese capitalismo que hace del mercado el amo y señor bajo la represión, autoritarismo y opresión del pueblo.
El ascenso de Trump nuevamente en la Casa Blanca -no le llaman así porque está pintada de blanco, sino porque fue creada para la supremacía blanca o caucásica-, traerá horas inciertas para la libertad y la democracia de países como México, que a todas luces se encuentra tratando de depurar esa democracia y libertad que por décadas se disfrazó y escondió en los contubernios de una casta política que se sirvió del pueblo.
En contra de la libertad y la democracia, Trump pretende crear una ley de intervención contra grupos de delincuencia organizada y terrorismo que le daría el “derecho” de enviar fuerzas a países que, evidentemente, no son el suyo, flagrante violación a la autonomía de los estados a nivel internacional y, coloquialmente, cabronada mayúscula.
Mi Hidalgo querido está por vivir la incertidumbre de las políticas fascistoides antiinmigración, siendo que la familia del fascista Trump migró de Alemania a la tierra de la “libertad”, que hoy ensucia la fraternidad internacional que debe primar entre los pueblos de nuestro orbe con la indignidad de un gobierno fascista en la Casa Blanca.
Lo que me deja con un halo de tranquilidad es que la presidenta Sheinbaum Pardo -con su acostumbrada mesura y aplomo político y humano- ha mantenido una postura de concordia y firmeza política del gobierno mexicano con el exterior, sin engancharse en las bravatas de Trump o en las torpezas que ha proferido en contra de México y su gobierno de izquierda el fascista Javier Milei en Argentina.
Pero, ¿a qué se debe que los pueblos voten por estos fascistas y los erijan como sus representantes?, la respuesta es lineal: extravío cognitivo y despolitización.
Los pueblos que mantienen niveles de politización elevados, crean formas de crítica y autocrítica social que trascienden al conocimiento político, condición que les permite entender que no se pueden permitir el ascenso de gobiernos donde el autoritarismo, la exclusión y segregación social, así como la xenofobia, creen bases para el desencuentro, el autoritarismo y la represión social.
A tiempos de crisis económica, los sectores conservadores y sus élites que ven mermadas sus ganancias y granjerías en el control del Estado suelen incidir en la miopía de ciudadanos que -al margen de la crítica y el análisis de las causas de esas crisis- suelen pavimentar el ascenso de estos enfermos de poder que terminan aniquilando la libertad y la democracia que dicen defender.
No podemos ser indolentes ante el ascenso de los fascistas porque el fascismo es la cara antidemocrática de la libertad y sus líderes, los enfermos mentales que abusan del poder en contra de los pueblos.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.