El ADN político

No existe ADN político ni de la clase política; no existe información genética que pueda distinguir una toma ideológica de conciencia, ni siquiera de valor, y mucho menos de tendencia democrática alguna.

 

La clase política, en la mayor parte de los casos -salvo raras excepciones en las democracias occidentales-, es ampliamente corrupta, analfabeta y marrullera, al grado que ha aprendido que siendo juez y parte en el Estado no solo garantiza su supervivencia, sino también su reproducción y, con ello, la multiplicación de sus alcances voraces, mientras el pueblo se caga de hambre sin haber aprendido la lección de que la retórica no es veraz y que su descomposición como tejido social lo tiene postrado.

 

La paradoja del ADN político es que los ciudadanos creen en las quimeras de los colores y olores perros de la clase política; muchos, cuando no creen en la partidocracia, suelen señalar: “voté por la persona”, pero poco o nada entienden que un gobierno no se construye de manera personal y que, si lo quisiéramos contener, tendríamos que crear un poder ciudadano horizontal y corresponsable de la política que manejan los políticos.

 

La podredumbre de la inopia política que vive la mayor parte de los ciudadanos es poco menos que la predicción de su paupérrimo existir; siendo que la riqueza de muchos estados bien podría, y puede, ser distribuida entre los ciudadanos y con ello crear un tejido social digno, con oportunidades y porvenir, en donde el trabajo se convierta en la riqueza de todos y no de unos cuantos, y que muchos de esos cuantos que se sirven del gobierno, explotan y violan los derechos y vidas de sus conciudadanos.

 

Con pesar, hay que reconocer que un pueblo despolitizado es per se un pueblo pobre; pobre porque la realidad no le pertenece, pobre porque está ajeno a su conciencia y ser, y pobre porque es explotado aun siendo el verdadero dueño de la riqueza que los menos se echan al bolsillo.

 

No se aprende de lecciones a distancia, pero sí cuando se tiene conciencia de que cada peso que se gana honradamente nadie te lo regaló y que respetar el valor del esfuerzo de un trabajador es respetarse a sí mismo.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.